Entrevistas

Estremecedor: el testimonio de quien toca de cerca el horror

Cada atentado terrorista despierta no sólo el dolor y la angustia de las nuevas pérdidas, sino muchos recuerdos complejos e indelebles de tantos otros momentos similares vividos a lo largo de los años de larga lucha de Israel contra el terrorismo.

También este lunes, a raíz de la balacera hacia un automóvil israelí que viajaba por la carretera 60 cerca de Hebron, que terminó con el asesinato de Batsheva Nigri, una maestra jardinera residente en Beit Hagai que trabajaba en Efrat, que murió frente a su propia hija de 12 años que estaba en el asiento de atrás.

Aquí fueron armas de fuego, en otro casos hay acuchillamientos  y en muchas ocasiones hubo atentados con explosivos que volaban en ómnibus, restaurantes y centros comerciales. 

Cada escenario queda asociado a determinadas figuras.

Una de las más simbólicas, que nunca olvidamos, es Ben Tzion Oiring, un rostro conocido en Jerusalem. Lo vimos en repetidas ocasiones años atrás en sitios que acababan de ser escenarios de atentados, en su trabajo sagrado y voluntario en ZAKA, la organización que rescata restos de las víctimas para ayudar a identificarlas y para dar digna sepultura a los muertos. Hoy es el jefe de ZAKA en Jerusalem.

Tras un atentado con explosivos en Jerusalem, dijo que recordaba ineludiblemente la constante recurrencia de ese tipo de ataques a cuyos escenarios tantas veces tuvo que llegar, del horror.

Y cuando él habla del “horror”, sabe lo que dice. Lo ve con sus propios ojos desde 1989, el primer atentado terrorista tras el cual acudió a tratar de ayudar, cuando un terrorista desvió el ómnibus 405 que viajaba por la carretera central Tel Aviv-Jerusalem, lo hizo caer por el barranco y mató así a 16 de sus pasajeros. 

En aquel entonces, Bentzi, como lo llaman todos, aún no tenía capacitación profesional en este campo de ayuda. Desde entonces acumuló por lo menos 1200 horas de cursos que le capacitaron para atender heridos como enfermero, chofer de ambulancia y más responsabilidades. “En realidad, tengo un chaleco reversible”, nos dice. “De un lado, es de Magen David Adom, la organización de atención urgente, en cuyo marco trato de salvar heridos. Cuando ya no hay esperanza, doy vuelta el chaleco, que del otro lado es de ZAKA. Ahí tengo que buscar los restos de los muertos. Esto es muchísimo peor”.

Bentzi ya tiene 60 años, 11 hijos y 32 nietos y asegura que recuerda los nombres y las edades de todos. Recordamos que en una vieja entrevista en el lugar de un atentado, cuando preguntamos en qué piensa cuando presencia esas tragedias, nos dijo categóricamente: “En mis hijos”. De eso y mucho más, es esta entrevista.

 

 

P: Bentzi,  quiero hablar con usted  de la vida que usted ha dedicado a este trabajo sagrado….a las vidas que ha salvado y a aquellos que años después vuelven a usted. Hace poco leí un artículo sobre un encuentro emotivo, cuando un hombre entró al salón en el que usted estaba casando un hijo y contó al público que usted había salvado a su bebé en un atentado en el barrio religioso Beit Israel en Jerusalem. Hubo 11 muertos y 50 heridos, entre ellos varios niños.

Bentzi Oiring con el niño Shimon Levy y su padre

 

R: Es muy cierto. Y ese niño, siendo ahora un hombre joven, hace un tiempo estaba paseando con su esposa en Jerusalem cuando un terrorista acuchilló a un joven. Él le dijo a su esposa que corra y trató de detener el sangrado de la víctima. Yo lo salvé a él de bebé y él salvó años después a otra persona .

P: Impresionante. Y también lo acompañó cuando se comprometió...

R: Así es.

P:  Bentzi, suena simplista pero igual le pregunto. ¿Qué es lo más difícil de este voluntariado? Y claro que no atiende sólo cuando hay atentados.

R: Lo peor es cuando hay niños. Eso siempre me persigue. Recuerdo que en aquella época de los atentados constantes, hace 20 años o algo más, mis hijos realmente sufrían por mí. Yo llegaba a casa después de un atentado, me acercaba a sus camas, sea de día o de noche, veía el bebé durmiendo en su cuna en la misma posición en la que había hallado un niño en el atentado, y lo movía para cerciorarme de que está vivo.

P: Sin palabras…

R: Mi esposa me decía que lo deje dormir tranquilo, pero yo no podía. 

P: Post trauma…

R: No sé, pero suelo no poder dormir más de 2 ó 3 horas por noche.Y  a veces ni eso. 

P: Me imagino que no le pasa sólo a usted.

R: Claro que no. Recuerdo a un hombre de la Jevrá Kadísha, encargado de la sepultura de un muerto, que estaba haciendo la “tehará”, el lavado del cuerpo para purificarlo y poder sepultarlo, un hombre de unos 75 años, que hace como 50 que trabaja en esto. Y en medio del trabajo, tuvo que salir. Se puso a llorar como un niño. Yo no sabía qué le había pasado, le pregunté si el fallecido era familiar suyo, pero no. Es muy difícil. Y como decía, lo peor es cuando hay niños. Es realmente un trauma.

P: ¿Alguien los ayuda a ustedes, reciben apoyo, tratamiento?

R: En la mayoría de los atentados más duros, recibimos, apoyo psicológico grupal.

P: ¿Me puede explicar en qué consiste exactamente lo que deben hacer?

R: Te diré ante todo que ya cuando estoy en camino, me vienen todos los pensamientos sobre lo que estoy por ver. Lo primero es ver si hay heridos y cómo están. Lo primero es atender a los heridos, vistiendo el lado del chaleco de Magen David Adom pero cuando se pierde la esperanza, lo cambio al otro lado, de ZAKA, para ocuparme de los muertos. Eso es muchísimo peor. Es totalmente distinto.

Una escena tras el atentado suicida en un autobús en la calle México de Jerusalem, las bolsas negras con los cuerpos de los muertos. El atentado fue el 21 de noviembre del 2002 y cobró la vida de 11 personas. (Foto: Ana Jerozolimski)

 

P: ¿En qué consiste este singular desafío de ocuparse de los muertos?

R: Te cuento que lo primero es que cuando llega la Policía y los del laboratorio de identificación forense, cierran la zona y la aislan para no alterar la investigación.  Toman huells digitales para tratar de identificar al terrorista, al asesino. Si alguien entra a esa zona antes de haberla identificado claramente, eso crea serios problemas a la Policía. 

Hay que buscar todo, restos de cabello, de los cuerpos, ADN. Son cosas críticas. Y nosotro ayudamos también en eso. Tenemos que usar las túnicas blancas, cubrir los zapatos , todo. Guantes. Y cuando terminan, nos encargamos del cuerpo. De limpiar todo el lugar sea de sangre o de distintas partes. A veces lleva horas . Y luego acompañamos a la familia que está conmocionada por su tragedia, tiene que organizar un funeral y no sabe cómo…Es muy complejo.

 

P: ¿Recuerda algún escenario especialmente duro al que haya tenido que llegar?

R: Muchísimos. He visto de todo. Lo peor es, como dije, cuando hay niños. El ómnibus número 2, con 21 muertos en el barrio Shmuel Hanaví de Jerusalem. La pizzeria Sbarro de Jerusalem. Cada atentado es duro, imposible de sobrellevar. 

Tenemos que recuperar lo más posible cada trozo de la persona. El tema es que cuando es un atentado con un muerto es una cosa, pero si son numerosos, no se puede identificar cada cosa. Pero a todo se da sepultura. El problema es si por error se juntan restos de un terrorista suicida y se lo sepulta junto con los restos de las víctimas.

 

P: Con el tiempo…¿se hace más fuerte?

R: No, para nada. En el terreno uno trabaja como un robot. Pero al volver a casa se vive la prueba verdadero. Eso es lo más difícil. Yo trato de lidiar con eso tomando una copa de vino y fumando un cigarrillo.O me pongo a cocinar.Tengo que estar ocupado, pero las escenas vuelven una y otra vez. No se van.

 

P: ¿Y cómo se siente respecto al tema de la paz y la guerra? ¿Habrá paz con los palestinos?

R: Yo no soy político. No me gusta ni quiero escuchar. Primero que haya paz entre nosotros, luego hablaremos de los árabes.

 

P: Muchas gracias.

R: Gracias por el interés.

Ana Jerozolimski
(22 Agosto 2023 , 12:05)

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(Texto y fotos: Lily Dayton, cristiana israelí residente en Haifa)

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