Por Roberto Cyjon
Esta nota,como otras anteriores que hemos publicado de la fuerte pluma de su autor, es producto del viaje a Polonia del grupo uruguayo “Memoria y Dignidad”.
El 10 de mayo de 2023 visitamos el “campo”, el “sitio”, ¿la “máquina infernal” ?, ¿cómo se puede denominar a Treblinka, la hoy “inexistente”? Treblinka, la hoy “monumento”. Solo se la puede narrar, pero es absolutamente imperativo que se sepa sobre esa mancha indeleble de la historia. La modulación cronológica de mis notas no es secuencial. He seguido el devenir espontaneo que priorizó mis emociones. En estos momentos refleja la faceta iracunda de mi angustia. No siento el ahogo de un llanto, siento la furia de un enojo. Es una cólera explosiva y visceral alejada de mi forma habitual de ser y vivir. Por ende, este capítulo será breve. Una vez descomprimida no será necesario adicionar más información. La página disponible de Wikipedia sobre Treblinka es seria, suficientemente exhaustiva y bien documentada. Sugiero leer el libro de memorias: Un grito por la vida de Chil Rajchman (z´l) editado por Ediciones Banda Oriental cuya primera edición data de 1997. Volveré sobre él al final de la nota.
Lo registrado en el lugar
Transcribiré en el orden que escribí las explicaciones del guía, estando atento a sus comentarios y simultáneamente disperso, registrando muchos datos numéricos. Recuerdo ahora aquella instancia y creo, solo creo, entenderla mejor que lo que pude asimilar in situ. Yad Vashem pretende que a Treblinka se lo llame “sitio” y no “campo”. En ese momento lo escribí porque me pareció curioso, pero no lo interpreté. Postergué su análisis, de exprofeso, para otra oportunidad. Luego de haber visitado Majdanek, Auschwitz y Birkenau, comparto el criterio de Yad Vashem. Esos otros sí fueron campos gigantescos, este fue un sitio relativamente pequeño en superficie, un “lugar” terrorífico imposible de entender para quien no se introduzca en el tema y, aun así, resulta muy difícil decodificarlo. ¿En qué categoría similar se podría ubicar un espacio donde en un año asesinaron a más de 800.000 (ochocientos mil personas)? ¿En qué parámetros tiene lugar un dato de esta naturaleza? Si acaso fuese de alguna naturaleza, conceptualizada como la majestuosa magia de la vida terrenal.
Números, fechas y cálculos
Se abrió el 22 de julio de 1942, y los primeros transportes llegaron de Varsovia el 23 de julio, al otro día del suicidio de Czerniaków, el líder de la comunidad judía del gueto de Varsovia, un buen hombre transformado miserablemente por los nazis en el director del Judenrat. Hago un alto en mis apuntes del cuaderno de viaje y amplío la historia de este señor. A medida que escribo las notas e hilvano los conocimientos, más puedo aprehender el drama existencial de ciertos personajes como el suyo. “Cuando debió obedecer la orden de la Gestapo de deportar a los judíos del gueto a Treblinka él sabía lo que ese término aparentemente inocuo significaba. ‘[Me] están exigiendo que mate con mis propias manos a los hijos de mi pueblo. No tengo otro camino que morir’.” Visto en retrospectiva, su decisión fue morir con dignidad, aunque no pudo evitar el designio de los nazis. Adam Czerniaków (1880-1942) fue ingeniero químico, trabajó en el Consejo Municipal de Varsovia entre los años 1927 y 1934 y fue elegido para el Senado polaco en 1931. Los judíos de Varsovia lo consideraban un asimilado, que ni sabía hablar yidish. Cuando en 1939 los alemanes lo obligaron a dirigir un Judenrat, si bien pudo haber huido, aceptó esa tremenda responsabilidad. Los judíos proclives a resistir la ocupación germana lo acusaron de colaborar con los nazis. Apenas se puede comprender cuán traumático les resultaba a él y otros lideres de la comunidad conjugar el quiebre de paradigma que les tocó vivir. Czerniaków entendía que actuando desde ese rol salvaría vidas. “No utilizó su cargo para beneficio personal y puso límites a las exigencias nazis”. Llevó un diario de 1009 páginas “desde setiembre de 1939 hasta el día de su muerte, que se encuentra actualmente en Yad Vashem. [Constituye] una vital fuente primaria de consulta sobre el período.” (Enciclopedia del Holocausto, 2004, pp. 202-203).
Nuestro desafío como espectadores a más de ochenta años de los acontecimientos es intentar comprender, ni remotamente juzgar. Aun así, nos desconcierta y genera más preguntas que respuestas. Es necesario recordar a estas personas quienes debieron enfrentar dilemas existenciales e intentaron resolver problemas insolubles. Tanta razón tenía al negarse a cumplir la orden nazi, para que no recayese sobre su espalda y conciencia, que entre el 23 de julio de 1942, el día siguiente a su suicidio, y el 21 de setiembre del mismo año, en apenas dos meses, asesinaron aproximadamente a 254.000 (doscientos cincuenta y cuatro mil) judíos provenientes de Varsovia y a 112.000 (ciento doce mil) recogidos de otros pueblos aledaños. Debo escribir con números y letras para demostrar que no me confundo con las cifras. Si quisiéramos contar a medio millón de personas ¿cómo haríamos? ¿cómo pudieron? ¿Cómo no me voy a enojar? si tengo ganas de gritar.
Retomo mi cuaderno de viaje en una búsqueda infructuosa de explicaciones. ¿Cómo lo hicieron? Maquinalmente. Reprimo mi funesta ironía de catalogar su método de “fordista” -vuelvan a ver Tiempos modernos de Chaplin- porque fue más allá, fue “taylorista”, superó la productividad de la “fabricación de muertos” en cadena. Taylor controlaba, además del trabajo, a los tiempos de producción. En Treblinka el tiempo de vida desde el arribo era de 2 horas. El lugar de asesinato más rápido por día que los nazis construyeron para exterminar a nuestro pueblo, hasta el punto que Himmler lo mandó cerrar cuando ya no hubo más víctimas judías. Cuando se quedó sin “materia prima”. Es difícil presentar la narrativa en términos poéticos. Las palabras brotan con ejemplos cotidianos tan brutales como lo sucedido en ese sitio escogido específicamente para matar gente con la mayor velocidad posible. ¿Tendría razón Adorno cuando postuló que no se puede escribir más poesía después de Auschwitz?
Pudimos ver y caminar lentamente al costado de 17.000 (diecisiete mil) piedras sembradas como monumento, simbolizando lápidas. Representan, para mí, dagas multiformes emergiendo desde la tierra dispuestas a rasgar nuestras vestiduras y cuerpos si nos atreviésemos a perturbarlas. Esa tierra ya está impregnada de todo posible índice de castigo mayúsculo. Solo pide paz y aspira ser por siempre recordada con contemplación y misericordia. Cada una de ellas cita los pueblos y estaciones de donde recogieron a los judíos en vagones de ganado para exterminarlos en ese sitio. Quizás podamos aliviar nuestras heridas y considerar a esas piedras como una alternativa poética que nos aporta la geología, dura, eterna, petrificada como un testimonio inalterable contraponiendo al pasar del tiempo que todo lo diluye y olvida.
¿De quién se valió el teniente coronel Franz Stangl, comandante de Treblinka, para cometer su crimen multidimensional? Dispuso solamente de 15 (quince) oficiales alemanes, 250 (doscientos cincuenta) guardias ucranianos y designó a 450 (cuatrocientos cincuenta) judíos sonderkommando a quienes asesinaban y “reponían” cada semana. Tampoco obvió detalles de bienestar para sus subalternos. Disponían de un zoológico. Criaban conejos y otros animales para su alimentación, nos relató Mario. Agrego que también tenía dos pavos reales y un cervatillo. A los prisioneros no había necesidad de alimentarlos. En Treblinka, que ocupa el segundo puesto en el podio de asesinatos masivos de judíos y otros colectivos consumados por los nazis después de Auschwitz-Birkenau, no esclavizaron a los prisioneros (salvo para su construcción). Agrego más aún, no tenía en la cercanía complejos industriales como el de IG Farben junto a Auschwitz (holding industrial al cual le dedicaré un anexo al final de todos los capítulos), ni como la fábrica SIEMENS, junto al campo de concentración Ravensbrück, exclusivo para mujeres, donde esclavizaron en trabajos forzados a las prisioneras. En este otro sitio escogido en una zona boscosa y suficientemente alejada del pueblo más cercano -a siete kilómetros, aunque la excelente guía polaca de nuestro free tour en Varsovia nos contó que su abuela oriunda del lugar sí sabía lo que allí pasaba, pues lo podía “oler”-, los recién arribados eran inmediatamente asesinados. Se les gaseaba con monóxido de carbono proveniente de generadores constituidos por motores de tanques en desuso, que los asfixiaban entre 20 y 25 minutos. Mujeres y niños, por un lado, y hombres en la otra cámara de gas, “bajo lo que aparentaban ser bocas de duchas en salas de baño.” Engaño pergeñado hasta el final de sus vidas. Qué infames… Utilizaron 10 (diez) cámaras de gas. De allí lanzaban los cadáveres a fosas comunes hasta que se llenasen, para luego cremarlos en “parrillas”. Así las llamaban. ¡Qué tragedia indescifrable! Voy a hacer algún cálculo morboso: 800.000 asesinados por año, son 2.200 personas por día, divido 24 horas son 90 personas…cada media hora 45 (cuarenta y cinco) seres humanos exterminados a granel. Sistemáticamente. Sin pausa. Solo por ser, por haber nacido víctimas de mitologías milenarias y delirantes, razón por la cual su destrucción debía finalmente solucionarse.
Un alto en el relato
¿Acaso los nazis alucinaron con ser algún tipo de dios insaciable y devorador de hombres, mujeres y niños? Quiero vomitar mi ira en palabras, pero siento la necesidad de auxiliarme con alguna imagen. Salvo todas las distancias del arte, los tiempos y la conexión con este relato, de la mitología griega y la inspiración de Francisco Goya ante quien me escuso por tomarle prestado el terror que logró plasmar en su magnífica obra. Uno de sus cuadros me ayuda a expresar figurativamente cómo percibo a esos insondables y recónditos laberintos de maldad que movilizaron a los nazis. Es difícil encontrar los términos que habiliten a desplazarse a través de la melaza viscosa y repugnante de sus eflujos mentales. Tal es mi indignación, que me impide verbalizarlos, y no me avergüenza reconocerlo. Los nazis de entonces ni los de hoy sienten culpa como Lady Macbeth que veía sangre en sus manos al revolver el caldero de las brujas dentro del cual revoloteaban burbujas con sapos y culebras. Me viene a la memoria la imagen del cuadro de Goya: Saturno devorando a un hijo. Abrevaré de su genialidad, y me disculpo nuevamente por esta digresión. Hanna Arendt sostenía que ella se defendía desde la misma perspectiva y con igual intensidad en que fuese atacada, así fuera como mujer, por sus pensamientos o como judía. Pretendo defenderme como hombre, hijo, padre, hermano, abuelo…amigo, ser humano, por mis pensamientos y también como judío.
En Treblinka también asesinaron a 2.000 (dos mil) gitanos. Ennoblecemos su memoria.
Recordatorio, monumentos y homenajes
Titulo “recordatorio” a un supuesto monumento sombrío. Es obvio que nada en Treblinka escapa de ser sombrío. Cuando las fosas de humanos se llenaban, como narré anteriormente, los nazis quemaban sus cuerpos depositados en grandes parrillas sobre fuego y brazas ardientes. Tan sádico como el método fue su apodo: grill. En el lugar se construyeron unos recordatorios los cuales, coincido con la sensibilidad de Mario nuestro guía, son repulsivos. Consisten en rectángulos de considerables dimensiones cubiertos por pequeñas piedras negras compactadas bajo una reja de tamaño coincidente para emular su cometido. No quiero compartir esas imágenes.
Exhibiré la fotografía de un monumento simple, con las inscripciones más comprometidas que universalmente alecciona ese lugar: “NUNCA MÁS” en mayúscula y varios idiomas grabados en piedra, con nuestras propias sombras interpelándonos y compeliéndonos a estar siempre alertas.
También deseo compartir la foto humanista, compungida y solidaria del grupo Memoria y Dignidad agrupado junto al monumento central del sitio. Un mojón más de los senderos de este viaje tan especial que unió lo mejor de cada quien en mérito al respeto, el recogimiento por los sufrientes y reforzó nuestros sentimientos de amor al prójimo víctima de cualquier tipo de atrocidad, igualmente merecedor de recuerdo, memoria y consternación.
Finalmente, rindo un homenaje personal hacia Chil Rajchman. A su bonhomía, coraje, valentía, resiliencia y fortaleza de sonderkommando que supo rebelarse contra sus viles torturadores junto a compañeros destinados al exterminio en la revuelta de agosto de 1943. Logró sobrevivir recomponer y compartir su enorme capacidad de crear y amar. Rajchman emergió de las cenizas de Treblinka con un último aliento, un brazo débil, puño en alto y voz trémula casi ahogada por la cercanía de la muerte, para exhalar un inaudible pero vigoroso “presente”. Fue un auténtico vocero de las víctimas de ese horror. Recuperó su fuerza sobrehumana para legarnos y hacer vibrar un mensaje redentor a todos los vientos. Gracias Chil Rajchman superhéroe de la resistencia junto a tantos y tantas sobrevivientes de la Shoah por su inmensurable lección de vida a toda la sociedad.