Mundo Judío

El ayuno de Tishá Beav

Este miércoles (26/7/23)  — en el caso de que el Mashíaj todavía no haya llegado — poco antes de la puesta del sol (con tiempo suficiente como para poder terminar de comer antes de las puesta del sol), nos sentaremos en el piso y comeremos pan con huevo duro remojados en cenizas en preparación al ayuno de Tisha Beav o Nueve de Av que empieza con la puesta del sol (Mvd.: 17:59 hs.).

El huevo duro con pan es la primera comida que el doliente come para iniciar su duelo. Una de las razones es porque el huevo duro no tiene «boca» y representa la situación del doliente que no está en condiciones de expresar sus sentimientos en ese momento. Está mudo.

Tishá Beav conmemora una larga trayectoria de catástrofes nacionales, entre las cuales la principal es la destrucción de los dos Templos de Jerusalén, el primero por los babilónicos en el año 423 A. E. C. y el segundo por los romanos en el año 63 E. C. Es cómo consecuencia de la destrucción del segundo Templo que estamos todavía en exilio.

El ayuno de Tisha BeAv es el día de mayor duelo colectivo en nuestro calendario. Además de abstenernos de comer y beber desde la puesta del sol del miércoles hasta la salida de tres estrellas del jueves de noche , también nos es prohibido calzarnos con cuero, bañarnos y mantener relaciones conyugales.

A partir del comienzo del ayuno hasta el mediodía del mismo, nos sentamos en el suelo, o en sillas bajitas, en señal de duelo.

No utilizamos Tefilín en las plegarias matutinas, ya que los Tefilín son como una corona, y sería inapropiado utilizarlos en un día de duelo. Recién los colocamos para la plegaria de la tarde, realizada a partir de media hora después de mediodía , cuando se aminora la intensidad del duelo. (Por más detalles sobre las leyes y costumbres de Tishá BeAv véase Kitzur Shuljan Aruj, Caps. 122-124 y visite el siguiente articulo del portal Jabad.org.uy)

¿A qué se debió la destrucción del Templo?

En las semanas pasadas hablamos algo del papel especial que el Beit Hamikdash juega a nivel personal, nacional y hasta cósmico. Veamos algo sobre la causa de su destrucción y cómo remediarla.

Dice el Talmud[1] : «Todo aquel que guarda duelo por la destrucción de Jerusalén, merece y ve su alegría.»

El objetivo principal del ayuno es concientizarnos de la gravedad de la pérdida conmemorada y sus causas con el objetivo de hacer lo que depende de nosotros para lograr su restauración.

Nuestros sabios nos enseñan que los dos Templos fueron destruidos por causas diferentes, el primero por el hecho que los judíos violaban las tres transgresiones principales de idolatría, adulterio y asesinato y el segundo a causa de Sinat Jinam u odio gratuito.

¿Qué es el odio «gratuito»?

Generalmente el odio es una reacción ante una conducta agresiva y dañina para con uno. Si alguien me hace daño o me quiere hacer daño, me produce odio hacia él. En ese caso es un odio «justificado». El odio gratuito es el odio que se produce sin ninguna razón especial más allá del hecho que el otro exista. Su mera existencia molesta a la mía. No tiene que hacer nada para que no lo quiera; alcanza con que exista. Es un pariente cercano de la envidia, el no soportar el éxito del otro.

Sí, generalmente uno ya encontrará motivos que justificarán el odio, pero son nada más que pretextos que buscan maquillar su odio crudo.

Kamtza y Bar Kamtza

El Talmud[2] identifica el episodio específico de Sinat Jinam que provocó la destrucción del segundo Templo:

Hubo un hombre cuyo amigo se llamaba Kamtza y su enemigo se llamaba Bar Kamtza.

Se le ocurrió hacer una fiesta y pidió a su sirviente que vaya a invitar a Kamtza. El sirviente se equivocó y entregó la invitación a Bar Kamtza.

Cuando llegó a la fiesta y vio a Bar Kamtza sentado ahí se enfureció.

«Ándate de aquí,» le dijo.

«Ya que vine, déjame quedarme y te pago lo que consumo,» dijo Bar Kamtza.

«No.»

«¡Te pago la mitad de la fiesta!»

«No.»

«¡Te pago toda la fiesta!»

«No.

Lo agarró de la mano y lo echó.

Dijo Bar Kamtza, «siendo que hubo rabinos presentes y no protestaron, quiere decir que están de acuerdo con lo que acaba de suceder. Voy a dilatarlos ante el rey.»

Fue a Roma a decirle al César que los judíos de Israel se habían rebelado contra él.

El Talmud nos da los detalles de cómo Bar Kamtza logró «comprobar» dicha acusación infundada, cosa que terminó con el César enviando sus tropas para conquistar a Jerusalén, destruir el Templo y desterrar a los judíos que vivían ahí.

¿Qué aprendemos de esta historia?

Hay muchas lecciones, por cierto, pero la lección principal es cuán importante es el trato hacia el prójimo. De poco ayudó la religiosidad de los rabinos presentes para absolverlos de su indiferencia ante la humillación pública y gratuita de un ser humano.

No hay ningún indicio en el relato de que Bar Kamtza haya hecho algo como para merecer el odio del anfitrión. Por lo visto era un caso de Sinat Jinam, odio «gratuito».

El hecho que todavía seguimos con el Beit Hamikdash en ruinas es la mejor prueba de que todavía no aprendimos la lección. Si hubiéramos aprendido la lección y extirpado el Sinat Jinam que reina entre nosotros a todo nivel, al haberse corregido la causa por el destierro, automáticamente se hubiese corregido la consecuencia y estaríamos todos de vuelta «en casa» con el Beit Hamikdash reconstruido en su lugar.

La amenaza más grave que el pueblo judío debe enfrentar es la discordia y los conflictos internos. Ninguna fuerza externa nos puede afectar si estamos todos unidos entre nosotros, buscandoreforzar lo que nos une en vez de destacar lo que nos separa.

Estamos a tiempo. Estamos a tiempo de hacer los cambios necesarios como para mejorar nuestras actitudes y comportamientos y lograr la finalización del exilio y la reconstrucción del Beit Hamikdash.

Napoleón Bonaparte

Cuentan que en cierta ocasión Napoleón Bonaparte pasó por un barrio judío y escuchó llantos saliendo de una casa. Mandó a su ayudante a investigar de qué se trataba y volvió para contarle que son judíos que están llorando por la destrucción de su Templo.

«¿Quiénes y cuándo lo destruyeron?» preguntó Napoleón.

«Los romanos, hace unos 1.700 años,» respondió el ayudante.

«Un pueblo que es capaz de llorar por su Templo diecisiete siglos después de su destrucción, sin duda logrará su reconstrucción, » sentenció.

Ojalá que sea pronto.


 
[1] Taanit, 30b
[2] Guitin, 55b

Rabino Eliezer Shemtov
(25 Julio 2023 , 14:12)

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