En la comisión de cultura de la comunidad Sefaradí nos reunimos un jueves al mes para hablar de literatura y de historias personales.
Desde una mirada moderna y judía leemos un cuento, aprendemos de su autor y recordamos.
Amos Oz, Grace Paley, Anton Chejov, J.D. Salinger, Elias Canetti, Primo Levi, son algunos de los autores que hemos estudiado.
Discutimos sobre qué significa cada una de las historias y nos vemos reflejados en ellas y nos motiva a contar nuestras propias vivencias pasadas para hacerlas luego literatura y así cerrar un ciclo perfecto.
Basándose en las historias personales de cada una de las integrantes de la comisión de cultura, el Magister en literatura creativa Friedrich Perschak, escribe un cuento ficcional y literario; para recuperar las experiencias vividas de cada una de esas mujeres sefaradíes.
En equipo se está creando la “Colección mujeres de Maimonides”.
Un jueves muy fresco de diciembre, llegó a la sede de Maimónedes y pregunto por el Taller de Lectura, me encuentro con dos personas que me miran raro, como si hablara de algo de otro planeta y me dicen "¿Por la comisión de cultura?, está en el segundo piso.
Llego al segundo piso y entro en un salón dónde se sienten las viejas amistades y el amor por la literatura. La charla de Federico es magistral, habla de janucá, no se enoja por las iinterrupciones y mira a cada una de las señoras como una tía que la vida le regala un jueves al mes. Escucha sus comentarios con mucha atención.
Lee la historia de Raquel y ella comenta que el color del auto no se ajustaba a la realidad. Siempre surge en la escritura la autoficción. Y el auto cambia de color para ajustarse al recuerdo de Raquel.
Federico comenta la historia de janucá buscando aristas distintas, habla del helenismo, de la cultura griega que busca seducir a los macabeos. Las señoras cuentan las vivencias de janucá de su infancia y la sala se llena de recuerdos. Federico lee un fragmento de Stefan Zweig que habla de janucá, ahí vemos el trabajo de Federico buscando textos de la festividad.
En un momento, hacen un recreo y se abren muchos paquetes llenos de delicias. Y el café, que nunca puede faltar. Café y literatura, un combo imbatible.