N. de Red: Paula Barquet fue una de las periodistas uruguayas invitadas por B´nai B´rith Latinoamérica a un viaje de una semana a Israel, destinado a facilitar a los profesionales participantes un conocimiento directo de la realidad israelí en el terreno. El otro periodista compatriota en el grupo fue Nicolás Lussich, de El País, Subrayado y Radio Carve. Junto a ellos había un periodista argentino, varios de Chile, Panamá y Costa Rica.
Este es el primer testimonio de Paula, que escribió a nuestra solicitud. Fue un gusto tener la oportunidad de conocerla personalmente.
Conocer Israel fue una experiencia increíble, que expandió mi mirada en muchos aspectos. La propuesta de la B’nai B’rith logró una combinación fascinante entre contenidos políticos, religiosos, culturales y hasta turísticos, lo cual redundó en un conocimiento nuevo sobre un país del que se suelen tener conceptos ligeros y negativos. En lo personal, Israel fue una sorpresa para mí: me encontré con una realidad mucho más compleja de lo que podría haber imaginado, que no hay forma de percibir sin estar allí y palparla.
En cuanto al conflicto Israel-Palestina, pude comprender que, “más allá de la línea verde”, la discusión tiene un contenido profundamente religioso y hasta existencial. La búsqueda de un acuerdo y una solución final a tantos años de negociaciones infructuosas, otra vez, solo es posible dimensionarla estando allí y conociendo las particularidades de cada uno de los territorios en disputa, donde entran en juego la historia del lugar, las creencias de quienes viven allí, y la gobernanza: quiénes mandan, a quiénes responden, a qué están dispuestos y qué garantías ofrecen.
Fuera del conflicto —que, aunque parezca, no lo domina todo—, Israel es un país con un ritmo vertiginoso que parece tener su motor en cada uno de sus habitantes inquietos, ambiciosos y seguros de poder lograr lo que se propongan. En las calles de Tel Aviv, repletas de gente joven haciendo cosas y animándose a correr riesgos, uno siente el dinamismo y la energía que forma parte de su idiosincrasia, con una dosis de rebeldía que seguramente se arraigue en la historia y el deseo de existir, crecer, y vivir de una vez en paz.
Los desafíos de Israel a nivel político, geopolítico, judicial, económico y de integración social son grandes, y de eso también pudimos aprender. Un país que logra tal desarrollo y poderío no la tiene fácil y, para Uruguay, así como para América Latina en general, resulta iluminador mirar por esta ventana al futuro. Con los lazos de amistad que los gobiernos de este continente han entablado con Israel, ilusionan los posibles caminos de cooperación conjunta que seguramente se ampliarán y de los que nos beneficiaremos, sin dudas.
