Cultura

Mirar a Rothko tiene algo de experiencia espiritual dice María Gainza

Biografía: http://markrothkowitz.blogspot.com

Conocí a Mark Rothko por “El nervio óptico” de Maria Gainza. Este libro trata de la relación  entre  los  cuadros, la vida de los pintores y algunas apreciaciones personales de la autora.

Mis queridas brujas lectoras, las valientes que me acompañan cada jueves,  son testigos de mi fascinación por estos textos que parecen desconectados, pero tienen conexiones hechas en la mente de la autora.  Disfruto al pensar en las relaciones entre la escritora y los cuadros que elige.  

 Me quedo maravillada al ver EL Rothko rojo  cuando lo veo por internet y si el museo de Bellas Artes  que lo aloja estuviera en Montevideo, hubiera corrido  despavorida a verlo.  ¿Alguien me entenderá si digo que quiero ir a Buenos Aires a ver ese cuadro? Ya sé, estoy un poco loca.  No, quiero ver ese cuadro y también visitar el Museo de Artes Decorativas y ver la salita que decoró  Sert para Matías Errázuriz. El Museo de Artes Decorativas es una belleza, la casa de la familia Errázuriz 


"Entonces veo el Rothko. Es un póster sobre la pared. Lo miro rápido porque si me detengo mucho el latido se convierte en el galope de un caballo. Es un Rothko rojo, vertical, lo reconozco porque lo he visto colgado en el Museo Nacional de Bellas Artes. Un Rothko clásico: un rojo diablo sobre un rojo vino que vira al negro. La gente no se cansa de decir: hasta que no ves un Rothko en vivo no ves ni la mitad. A mí me sorprende todo lo que se puede ver en una reproducción. Incluso ahí Rothko no te entra por los ojos sino como un fuego a la altura del estómago. Hay días en que creo que sus obras no son obras de arte sino otra cosa: la zarza ardiente de la historia bíblica. Un arbusto que arde pero nunca se quema. Hay algo que no se gasta en un Rothko, a pesar de su creador, a pesar de la retórica inflamada que desde hace años lo pintó como un creador de iconos del Más Allá, un detalle que lo hizo encajar en esa tradición del arte abstracto como trip espiritual que disparó Kandinski.

Olvidaba que los elementos más poderosos de una obra con frecuencia son sus silencios, y que, como dicen por ahí, el estilo es un medio para insistir sobre algo. Puede que mirar un Rothko tenga algo de experiencia espiritual, pero de una clase que no admite palabras. Es como visitar los glaciares o atravesar un desierto. Pocas veces lo inadecuado del lenguaje se vuelve tan patente. Frente a Rothko, una busca frases salidas de un sermón dominical pero no encuentra más que eufemismos. Lo que uno querría decir en realidad es «puta madre».

Y eso me lleva a T. S. Eliot: «Cuanto más perfecto es el artista, más completamente separado en él estará el hombre que sufre de la mente que crea».

" Extractos de "El nervio óptico" de María Gainza

Corro a buscar en internet este cuadro y cuando lo encuentro entiendo a Maria Gainza. Planeo mi próximo viaje a Buenos Aires y un nueva nota en mi celular con todos los cuadros que visitaré, muchos en el Museo de Bellas Artes. 

Les recomiendo que lean a María Gainza y que hagan una lista de los pintores que nombra, muchos tienen cuadros en Buenos Aires, ciudad con museos maravillosos. A veces visitamos Paris, Madrid para ver museos y no vamos a los de Buenos Aires, que están cerca y sus entradas cuestan casi nada. 

¿Quién fue Marcus Rothko?

Marcus Rothkovich nació en Dvinsk, Letonia en el año 1903 en el seno de una familia judía que se dedicaba a la farmacéutica. Su padre emigró a Estados Unidos huyendo de las represiones antisemitas y empezó a trabajar para un hermano suyo que tenía una empresa de producción téxtil. Pocos años después emigró la familia al completo y se instalaron en Portland, Oregon. 

Siete meses después, el padre de Rothko murió y todos los hijos tuvieron que ponerse a trabajar para ayudar en la economía familiar. Mark empezaba su jornada laboral a la salida del colegio y se dedicaba normalmente a repartir alimentos y a vender periódicos. 

Completó sus estudios de secundaria en tan sólo tres años y de manera precoz. Destacaba en numerosas materias y tenía un notable amor por la música y la literatura. 

Durante su etapa universitaria mostró gran interés por el dibujo ya que realizó numerosos bosquejos y esbozos. Fue estudiante de Derecho e Ingeniería en la Universidad de Yale. Tenía una beca que le permitía poder estudiar sus carreras pero más adelante el gobierno se la suspendió y tuvo que trabajar para poder seguir en la Universidad. Finalmente acabó dejando los estudios en Yale. 

Ese mismo año, en 1923, se mudó a Nueva York. Se matriculó en la Art Students League y empezó a tomar clases. 

Más adelante se unió a un grupo de teatro dirigido por la esposa de Clark Gable y dejó sus estudios artísticos pero al ver que no tenía la apariencia necesaria para ser actor de cine regresó a sus estudios, esta vez en New School of Design, también de Nueva York. También tomó clases en su antigua escuela y tuvo un profesor que marcó claramente su carrera artística: Max Weber. A partir de entonces, Rothko empezó a visualizar al arte como una herramienta de expresión emocional y religiosa, consecuentemente sus pinturas de este periodo demuestran la influencia de su instructor.

Durante los años veinte y treinta realizó infinidad de obras figurativas —desnudos, retratos, interiores con figuras, paisajes urbanos— tanto sobre papel como sobre lienzo. A lo largo de la década de los treinta, sus obras muestran rostros planos y sin rasgos y figuras atenuadas que se funden con el marco arquitectónico, como ocurre en su exploración del metro de Nueva York.

Formó parte del expresionismo abstracto norteamericano en la década de los 40 junto  a otros pintores como  Motherwell, Pollock, De Kooning, Barnett Newman, Clyford Still y Gottlieb, que abandonaron  la tradición y rompieron la normativa para expresarse en otra dirección, justamente la opuesta. Rothko no compartía con sus compañeros el carácter gestual y espontáneo de su pintura.

A comienzos de la década de 1950 Rothko ya había alcanzado un lenguaje abstracto personal, que sometió en los siguientes veinte años a un proceso de refinamiento y simplificación.

Sus obras, generalmente de gran formato, con la intención de lograr  un estado de intimidad, se componen de  varios campos de color de formas rectangulares, más o menos horizontales, sin ninguna relación con la geometría, que parecen flotar sobre un espacio indefinido. Son  sucesivas  y finas veladuras, de óleo aplicado como acuarela, con la mínima textura. 

Rothko concebía sus obras como dramas, como la representación de una tragedia sin tiempo. Sus cuadros, de gran intensidad espiritual, consiguen envolver al espectador con una gran fuerza emotiva, invitándole a la contemplación y la meditación.

En los primeros años de la década de 1960, las tonalidades fuertes y brillantes de sus cuadros anteriores, que producían una especie de radiación expansiva, son sustituidas por colores sombríos, como los morados, grises, verdes oscuros, marrones, con los que Rothko consigue obras más herméticas, todavía más sobrecogedoras.

Las pinturas de negro sobre gris, que inicia un año antes de suicidarse en 1970, confirman la creencia de Rothko de que su obra expresaba una tragedia. Denominadas por el mismo artista como Sin título, estas pinturas son, al mismo tiempo, comienzo y punto de inflexión en su carrera.

Mark Rothko se aisló de su familia durante sus últimos meses de vida, para vivir solo en su taller de Nueva York, suicidándose –con  barbitúricos y cortándose las venas-  el 25 de febrero de 1970.

Janet Rudman
(06 Septiembre 2022 , 15:23)

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