A pedido nuestro a distintas figuras nacionales en variados ámbitos, recibimos hermosas notas y saludos de compatriotas que visitaron Israel en distintas circunstancias y que compartiendo sus recuerdos e impresiones, nos honran y honran a Israel en su 74° aniversario de independencia.
En esta entrega, los queridos Sergio Puglia y Jaime Clara.
El saludo del periodista Sergio Puglia
Mi casa siempre fue una casa de puertas abiertas y mi familia tenía muchos amigos de la colectividad y como fanática del la integración, una de las vertientes de conocimiento era la historia ,el origen y la gastronomía .
Todo eso nos llevó a generar un deseo y meta: llegar a conocer Israel . Su territorio,su apuesta para convertir el desierto en vergel ,su trabajo de integración , su compromiso y el trabajo de la memoria .
Mi madre me trasmitió su deseo y compromiso en la defensa del pueblo judío. Lástima que cuando lo íbamos a concretar ella no pudo acompañarme así que mi primer viaje a ese maravilloso país fue con ella en mi corazón.
Y tal como lo imaginé, fue un antes y después en mi vida . Su geografía,su arquitectura ,su historia y sobre todo su gente, me llevaron a entender que la vida sin compromiso no vale la pena vivirla .
La vida ha sido conmigo muy generosa porque me ha regalado desde el Premio Jerusalén hasta la relación fraternal con la colectividad que se ha transformado en hermandad y el regreso siempre a ese país maravilloso.
Abrazo Ana, amiga hermana, por pedirme esto que significa estar y renovar el compromiso
De nuevo: Israel, un lugar para volver
(Jaime Clara)
La precursora del periodismo de viajes, al menos en radio, fue Margarita Pollio. Tenía sus espacios en el programa “En vivo y en directo” de radio Sarandi, el programa de Néber Araújo, Jorge Traverso y Lil Bettina Chouy. Recuerdo que la escuchaba, siendo yo un adolescente, en la década del 70. Su forma de contar y de encantar me sedujo. La vida me dio la chance de conocer a Margarita y de hacer radio juntos. Ella entusiasmaba el viaje desde mucho antes de partir. Entendía que la previa era muy importante: conocer, estudiar, hurgar por los lugares por donde uno viajaría. Eran épocas donde no era tan fácil contar con información. Por eso aquellos programas de “La vuelta al mundo” eran tan útiles.
Hoy, que el semanario Hebreo me pide un texto sobre aquel viaje, no puedo menos que recordar a Margarita, porque confieso que la invitación de la Embajada, para ir a Israel llegó y casi que no tuve tiempo de preparar el viaje de forma justa, perfecta, para poder comenzar a viajar, antes que partiera el avión. Cuando quise acordar estaba, con mi compañero de ruta el colega Eduardo Preve, en pleno vuelo.
El destino era un seminario para periodistas latinoamericanos, sobre fines de noviembre del año 2015. Estaríamos de regreso promediando diciembre, en el borde de las fiestas. El curso tuvo como base el Instituto Internacional de la Histadrut, ubicado en el Campus de Beit Berl, a 15 km. del Mar Mediterráneo, a un kilómetro y medio de la ciudad de Kfar Saba y a media hora de Tel Aviv, aunque allí todas las distancias son relativamente cortas.
Antes que nada, el seminario permitió conocer un puñado de colegas de todo el continente, con el cual hoy, tantos años después seguimos en contacto, dándonos una mano en lo que necesitemos. Se generó una red de periodistas que hoy siguen unidos por una experiencia que nos marcó. Fue un viaje donde jamás nos quedamos quietos. Recorrimos Israel y conocimos una y mil realidades. Podría mencionar algunos de los más emotivos, como el Muro de los Lamentos, o el Santo Sepulcro, que más allá de la fe que cada uno profese, está en lugares cargados de historia. O puedo mencionar la emoción que estrujó el alma, como el Museo del Holocausto.
Pero quiero mencionar sólo dos momentos, que no estuvieron en el programa de estudios ni de visitas, que valoré muchísimo de aquel viaje que tuvo todo lo que tenía que tener para acercarnos a una realidad compleja. Uno de ellos fue la cena de sabbah en la casa de Ana Jerozolimski junto a su familia. Ella abrió las puertas de su hogar, un momento íntimo de recogimiento, pero de gozo y reunión, a dos visitantes -Eduardo y yo- que no nos sentimos diferentes en casa ajena. Nos hicieron sentir de ellos, con infinita generosidad.
El otro momento fue el reencuentro con un querido compañero del viejo Instituto de Filosofía, Ciencias y Letras, que hacía añares que no veía, Juan Lucas Pezzino, que nos hizo un recorrido por lugares que los turistas no visitan. Esos puntos de comida y de reunión de los locales, del pueblo, algún boliche que estaba varios escalones bajo tierra. En esa recorrida tuvimos varias emociones. No puedo olvidar aquella madrugada, en que quedamos en medio de una protesta frente a La Puerta de Damasco. Pensar que estábamos en el límite de la Ciudad Vieja de Jerusalén, que data de 1542, resguardándonos dentro del auto de Juan Lucas. Fue un viaje donde conocimos el desierto, pero también, en el otro extremo, la tecnología de punta de la Start up Nation, que es como se conoce a Tel Aviv.
En aquella visita, en una entrevista que me hizo Ana para este semanario, el título fue “Israel es un lugar para volver”. Hoy, años después lo repito, porque si bien, hay lugares donde uno se queda, están los otros, que son los que quedan en uno.