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Un guapo en el espejo

Por Ruben Kurin

Me había puesto aquella remera ya años atrás, muchos años, quizás más de  veinticinco.

Además, llevaba cinco días sin afeitarme, nunca fui de tener mucha barba, pero mi costumbre fue siempre rasurarme día por medio, lo necesitare o no.

Como el verano estaba por terminar, el short azul había sido el uniforme obligado en la temporada y no creo que lo hubiese guardado en el ropero durante todo ese tiempo, sino que el pobre, pernoctaba en uno de los posa brazos, según como cayera, según mi cansancio y según también en mi puntería al lanzarlo.

Eran las siete de la mañana y a pesar de haberme levantado no hacía más que dos horas, estaba haciendo ya mi tercera excursión al baño. Es que, a esta edad, la próstata es la más fiel “activista deportiva” de todo tu cuerpo, ella es la coach y si te dice que hay que moverse, es inútil negarte a esa orden.

Fue  en una de esas veces, en que me miré al espejo y sorprendiéndome a mí mismo, me gustó el look de aquél tipo que me miraba también desde allí.

Es curioso como nos detenemos siempre frente al espejo para vernos y de pronto sentimos que, desde “esa ventana”, nos está mirando una persona idéntica, un gemelo y que a la vez nos resulta un completo desconocido.

Generalmente es de madrugada, y cuando ya estás retirado del trabajo, que disponés de esos “tiempos libres” que yo los bautizaría como “tiempos muertos”. Estos “tiempos muertos” te sirven, paradójicamente hablando, para vivir disfrutando de los divagues que nos prohibimos cuando estábamos en actividad.

Entonces te detenés a observar ciertos “detalles” por ejemplo; una telaraña que está en la inalcanzable esquina del techo, un agujero de polilla en el marco superior de la puerta o una rajadura en la pileta del baño casi imposible de ver.

También te das cuenta que guardás sobre uno de los frágiles estantecitos de vidrio, no entendiendo como aguantó hasta ahora el peso de todas esas cosas, envases de desodorantes o frascos de perfumes vacíos, al mismo tiempo que te das cuenta que el cajón de remedios desborda y que están todos pasados de fecha.

Entonces empezás a tirar todo y en el lote van a la basura cosas que todavía que no tenías por qué tirar.

Hoy  el tipo del espejo me deslumbró con una personalidad, hasta ahora nunca vista luciendo algo así como, de abandono, pero a la moda

Si tuviese que buscar alguna similitud lo estaría comparando con “esos vaqueros rotos y andrajosos”, pero recién comprados.

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