En comunidad

Despidiendo a nuestro compañero Salo Berliner que falleció dejando una lección de vida

Tras casi dos años de lucha, de denodada insistencia en aferrarse a la vida contra viento y marea, falleció el querido Salo Berliner (z”l), compañero de nuestra generación 78 de la Escuela Integral Hebreo Uruguaya.

 

Quisiéramos, en nombre de todos los que lo quisimos y supimos apreciarlo en distintos círculos  y momentos de su vida, agradecer al Prof. Dr. Sebastián Galeano y su equipo en el Hospital Británico, a todos aquellos médicos que de sus respectivas disciplinas y responsabilidades lo trataron con dedicación,  así como a las enfermeras que lo atendieron y todos aquellos que dentro del hospital dieron de sí para aliviar su sufrimiento  y tratar de sacarlo adelante.

Cuando se va una persona querida, sentimos un vacío. También aquí, más que nada por todos los meses en los que sus compañeros estuvimos pendientes de su estado, su evolución, sus ganas de vivir y los numerosos altibajos con los que tuvo que lidiar. Pero es un vacío repleto de lecciones que nos acompañarán por siempre.

Salo, excelente alumno y persona, fue víctima a veces de niño y jovencito de lo que hoy llamaríamos “bullying”. Y años después, batallando contra el cáncer, algunos de los que de niños se reían de él o lo molestaban sin entender lo que eso hace al alma de la gente, fueron parte integral de este grupo maravilloso que se movilizó para ayudarlo desde diferentes confines del mundo. Que la gente madura y de grande puede entender cosas que décadas antes no captaba, no es una novedad que nosotros hayamos descubierto. Pero la nobleza con la que Salo agradeció a todos y cada uno la ayuda, centrándose en lo positivo del hecho que algunos que lo habían molestado de chico ahora lo apoyaban tanto como quienes siempre habían sido buenos compañeros, sin reproches y sólo con gratitud, fue una lección de grandeza.

Salo  y Anita Drobiner, siempre de los mejores, abanderados

 

Meses atrás, nuestro querido compañero Ruben Malagold, el gran futbolista de nuestra generación, recordó que cuando él y otros compañeros jugaban en la cancha, Salo se sentaba a mirarlos desde lejos con su polera blanca bien planchada. “Hoy en día él está jugando el partido haciendo los goles de su vida en esta lucha y nosotros estamos aplaudiéndolo a él y valorándolo, en algunos casos quizás por primera vez”, comentó Maguie Weissman, quien con su sensibilidad sabe poner en palabras lo que tantos queremos decir.

Tal como contamos en una nota que escribimos sobre Salo en el mes de febrero del año pasado, que puedes leer aquí,  

la difícil enfermedad de Salo movilizó a toda nuestra generación de la Integral. Y también al grupo de escribanos colegas suyos con los que entendemos compartía no sólo profesión sino también amistad.

De nuestro grupo, quienes estaban cerca físicamente pudieron ayudar de una forma, y quienes vivimos en el exterior al menos nos sumamos al aporte económico con el que lo tratamos de apoyar, que fue clave para la alimentación y medicación de Salo. Cada uno puso su granito de arena.  Muchos de nosotros intercambiábamos mensajes personales con él en los que se podía captar su temple especial. Y él, en el grupo grande en el que se habla y escribe de todo, tenía a menudo comentarios oportunos y siempre de buen tono sobre el tema de turno tratado. A menos que se le preguntara, nunca sacaba el tema de su enfermedad sino que era uno más felicitando por el cumpleaños de turno, por alguna linda foto que alguien compartía y por las buenas noticias de nietos que van naciendo.

 

La Generación 78 en Bariloche, en el viaje de fin del liceo

 

Especial agradecimiento cabe expresar públicamente a aquellos compañeros que se encargaron en forma directa de distintos aspectos de la ayuda especial que tratamos de extender a Salo.

A nuestro querido compañero Ernesto Kemper, siempre pendiente de todo, siempre buscando cómo ayudar, qué hacer, cómo organizar lo necesario emocional y materialmente para que las cosas funcionen. Detrás de todas las iniciativas que se van desarrollando, siempre está él.

A Alicia Grunewald y Gabriel Heymann que en distintas etapas llevaron minuciosa y cuidadosamente los números de los aportes que muchos hicimos de aquí y allá para diversas necesidades de Salo.

A Ana Drobiner quien además de su amistad personal con Salo  tomó en determinado momento la posta del seguimiento diario para alentarlo y reportarnos a todos y además organizó todo el tema de la comida que se encargaba para que Salo tenga en su casa cuando no estaba internado, así no tenía que preocuparse de ese aspecto.

A Sandra Felder y Liliana Gutman que estuvieron muy presentes.

A Chipi (Grisel) Gold quien se hizo cargo de todo su seguimiento y apoyo en los últimos meses, para lo cual no bastaba su condición de médica y era imprescindible la de persona sensible y buena compañera.

A Jaim (ex Pablo) Sagorsky que desde Estados Unidos organizó la cadena de Tehilim (Salmos) para rezar por la salud de nuestro querido compañero, a la qu se fueron sumando los buenos deseos y plegarias por todos aquellos que estaban lidiando con algún percance de salud suyo propio o de algún ser querido. Sin olvidarlo jamás, los domingos a la hora pactada, Jaim recordaba qué Salmos podíamos leer, juntos a la distancia o cada uno en su fuero íntimo. Y los mensajes en el Whatsapp del “Amén”, “Amén”, “Amén” que iban llegando de distintos confines del mundo cuando cada uno terminaba el suyo, se mezclaban con las felicitaciones por el cumpleaños de turno, que en nuestro grupo nunca faltan.

A todos los que le mandaban mensajes de aliento y acompañamiento. A Caco (Carlos) Waiter que días atrás lo fue a visitar al hospital y lo dejó tan feliz que Salo nos lo contó en mensajes personales llenos de corazones , con ese espíritu admirable que lo caracterizaba.

A todos y cada uno, gracias en nombre de la Generación completa.

 

Salo, de jovencito, en el medio de su clase, en la primera fila, con el cartel
Recuerdos de una niñez compartida. Salo, a la derecha.

 

Salo nunca se casó y perdió a sus padres y su hermana hace muchos años. Pero evidentemente, no estaba solo. Nos tenía a nosotros que creo le dejamos la sensación clara de compañía hasta que su cuerpo no pudo más. Y tenía a sus amigos escribanos que también ahora están de luto, amigos que también lo apoyaron no sólo con espíritu sino con ayudas concretas claves en su duro lidiar.

Esto nos escribió, con profundo sentimiento, una de sus colegas del grupo de escribanos,María Alejandra Paz Voucher, en nombre de todos:

“Quisiéramos hacer llegar nuestro profundo homenaje a un querido colega, ser humano muy querible, al que sentíamos muy cercano y amigo aunque muchos del grupo no lo conocían personalmente. Luchó, luchó y no dejó de luchar hasta último momento con una energía muy positiva. Jamás se quejó y quizás por eso la noticia fue más impactante y dolorosa. Su último mensaje fue la semana pasada dando fuerzas a una compañera que había perdido a su papá”.

Increíble. Ese era Salo.

Por eso también del grupo de Escribanos que por whatsapp compartía todo tipo de noticias, como siempre pasa en la vida, nos piden incluir aquí su dolorida despedida. “Lo vamos a extrañar mucho”, nos escribió Alejandra.

Nosotros también.

 

Ante todos irradiaba optimismo y esperanza. Ahora entendemos que quizás se engañaba al hablar de volver a trabajar, porque difícilmente eso parecía probable. O quizás sabía en realidad que eso sería imposible, pero optaba por hablar de esa luz para sentir más fuerza. No lo sabremos nunca.

Salo dio a todos la oportunidad de ser mejores. Y ahora, el consuelo al haberlo perdido, es que no sufre más.

Bendita sea su memoria.

 

 

Ana Jerozolimski
(14 Septiembre 2021 , 09:16)

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