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El Jidón Bergstein también es del interior

Por Ionatan Was / Fotos: Andrés Aksler

El pasado miércoles 25 de agosto se llevó cabo la séptima edición del Jidón Nelly y Nahum Bergstein, en su séptima edición. Por segunda ocasión el evento tuvo lugar en el Colegio Alemán, que ya resulta ser un cálido anfitrión. También por segunda en medio de pandemia, lo cual más allá del aforo limitado, no impidió en absoluto el éxito del concurso. Seguramente, el año próximo, en la octava edición, todos aquellos muchos que no pudieron asistir, entonces sí puedan hacerlo.

              La ganadora, una muchacha de Tacuarembó llamada Romina Sosa, estudiante de primero de Psicología de la Universidad de la República. No se trata de una estudiante de secundaria, como la mayoría de los casos, pero Romina tiene los dieciocho años admitidos para participar. Había viajado con la madre desde su Tacuarembó natal el sábado por la mañana, y por la noche se alojaron en el Centro de Estudiantes de Tacuarembó. El domingo a las tres y media, Romina se presentó al concurso con la mente fría y por lo visto, muchas horas de lectura encima, ya que se impuso claramente a los demás participantes, recitando cada respuesta como si de veras la estuviera leyendo del libro. Y a la hora de recibir los premios, mostró la candidez y la humildad de la gente de tierra adentro, antes de la espera hasta la noche para embarcar a la tierra de Gardel, pero eso sí, con el cheque en mano.  

La ganadora Romina Sosa junto al Embajador de Israel Yoed Magen. Los observa May Mahnken, de la Embajada de Alemania en Uruguay

 

              En realidad, el concurso había empezado, siete días antes, con la ronda previa. Fue una prueba por zoom, múltiple opción, a la que se presentaron 25 inscriptos, de los cuales solo uno representaba a las escuelas judías (una estudiante del Yavne que no pasó). De este primer filtro pasaron la mitad —trece— a la instancia presencial en el Colegio Alemán. Esta prueba múltiple opción sería fundamental más adelante, aunque nadie lo sospechaba aún.

              El certamen tuvo la mecánica de siempre. Tres jurados, Ramiro Rodríguez Villamil, Roberto Cyjon, además de Silvia Facal, docente y doctora en historia. No solo que fue la cara femenina del jurado, sino que sustituyó a su antecesora Ana Ribeiro, a la cual de todos modos une un parecido físico muy llamativo. Además de los jurados —sentados en la mesa de escrutinio, rodeados de muchos papeles— estaba el locutor Gabriel Goldman, parado sobre el atril, y quien una vez más formulara con suma paciencia las preguntas, varias de ellas un par de veces.

El jurado, debatiendo. De izquierda a derecha: Ramiro Rodíguez Villamil, Silvia Facal y Roberto Cyjon

 

              Y en las sillas del público, los concursantes y algunos pocos más, puesto que el aforo permitía hasta cuarenta y cinco personas, entre los que estaban los más allegados, los tres últimos ganadores del concurso, un par de fotógrafos de variedades, más algunos invitados de alcurnia.

              Hubo varios colegios representados, de Montevideo y del interior, y claro está, de la UdelaR. Algunas de estas localidades que dijeron presente, fueron Canelón Chico, la ciudad de Florida (justo en el Día de Independencia de la patria), y también la cercana Lagomar, cuyo colegio Santa Elena llevó no solo la delegación más grande, sino también al profe de historia.   

              En cambio, el que sí faltó de concursos anteriores, fue el bolillero de magia, dentro del cual bailaban las bolas de las preguntas, hasta que saltaba alguna de ellas como en la ruleta. Este prodigio que tanta expectación generaba en el público, fue sustituido por un programa informático que simplemente tiraba números aleatorios, pero que aún con toda la tecnología, repitió las preguntas más de una vez (en la primera ronda), por lo cual había que volver a apretar el botón.

              El concurso constó de tres rondas. Una primera con los trece chicos mencionados (para desempatar, se improvisó recurriendo a la prueba de la semana anterior), una segunda con seis (también hubo desempate, pero se decidió con preguntas), y la última ronda con tres. Esta última ronda de tres concursantes, fue para determinar el orden, y quién se llevaba el premio mayor.

En caso de respuesta correcta, se asignaba un punto; pero si estaba parcialmente bien, era medio punto.

De entre los concursantes, se pudo ver de todo. Los que respondían con soltura, los que lo hacían repitiendo la pregunta y luego contestando, como para darle un tono solemne a la cosa. Estaban los muy nerviosos y los que pedían para repetir la pregunta, por más que la tenían en un proyector frente a los ojos (aunque con letra chica, con lo cual se hacía difícil verlas para los otros, desde más lejos). De todos modos, como suele ocurrir, el jurado estuvo muy a tono, en especial por su lado masculino. Nunca recibieron un no sé de respuesta, sino que en todo caso encaminaban al preguntado por dónde iba la mano, aclarando conceptos, despejando dudas, olvidando que había un tiempo límite. Recién cuando veían que no había vuelta, daban la pregunta por mala. Las preguntas podían ser muy puntuales, pero también conceptuales; evaluaban la lectura a consciencia, pero un poco también la más pura memoria. Asimismo, en general, varias respuestas, ya sea bien o mal contestadas, eran leídas luego por el locutor tal cual aparecían en su modo más correcto, extractos puros de la bibliografía anunciada.

Sofía Benítez, que obtuvo el Segundo Premio, junto a la Profesora Ana Ribeiro, hoy Subsecretaria de Educación y Cultura, quien fue durante años miembro del Jurado

 

Hablando de bibliografía, este año el concurso versó —siempre hay un eje medular— acerca de los 75 años de los Juicios de Núremberg, ya que se cumplía fecha redonda. Para esto, se indicó extractos de libros alusivos a la temática, no solo por los Juicios de Núremberg en sí, sino por temas que abarcaban el Juicio de Riga (mencionado en el libro Los que nunca olvidarán de Fernando Butazzoni) y otros juicios del lado de la Guerra en el Lejano Oeste. Una pregunta interesante fue por qué se eligió a Núremberg como sede de los Juicios: porque a pesar de la devastación, tenía el único juzgado que seguía en pie. O por qué hubo pocos altos oficiales condenados: porque la mayoría se había suicidado. O dar una denominación universal de los horrores de los nazis: el mal absoluto.   

También el concurso tuvo sus pausas entre las rondas, mientras los jurados revisaban quién pasaba de ronda y los concursantes esperaban en murmullos, y de fondo el coordinador pasaba música suave. En la pausa larga, tras la primera ronda, se pasó a la entrada al colegio, para una generosa degustación de masas y galletas sazonadas de café bien cargado, a cuenta del Colegio Alemán.

Los invitados especiales llegaron casi al final, sobre las siete de la tarde; un poco para ver y otro para entregar los premios. La que sí ya estaba era la directora del Alemán, Almut Henninas, a quien luego se sumó el embajador de Israel Yoed Magen, y atrás quedaban la representante de la embajada de Alemania, May Mahnken, y la propia Ana Ribeiro, que tanto extraña estar ahí al frente. Al final, todos ellos dijeron unas palabras, agradecieron a la organización, y reivindicaron el valor educativo del Jidón. Y se sacaron fotos y entregaron a todos los diplomas y los libros, además de los tres mil quinientos dólares para el podio de ganadores.

De izquierda a derecha: el Embajador de Israel Yoed Magen, el miembro del jurado Roberto Cyjon, la ganadora Romina Sosa, Silvia Facal miembro del jurado,  Directora del Colegio Alemán, Frau Almut Hennings, Ramiro Rodríuguez Villamil miembro del jurado, la Sra. May Mahnken, de la Embajada de Alemania en Uruguay, Gabriel Goldman, quien dirige el Jidón desde sus comienzos, la Subsecretaria de Educación y Cultura Profesora Ana Ribeiro que fue durante años una de las juezas , y la familia organizadora: Jonás  y Mauricio Bergstein, junto a su primo Nicolás Was , coordinador del certamen

 

Ah, y el evento se pasó de principio a fin por el Instagram del concurso, y, según dijeron, tuvo gran audiencia.

 

La Directora del Colegio Alemán, Frau Almut Hennings, junto a  Ernesto Antunes, ganador del tercer premio

 

 

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