En comunidad

No resumo el año con mi cáncer, sino con la luz que me rodea

Dentro de pocos días comienza el nuevo año judío 5782 y como es lógico y natural, a esta altura del año, resumimos y analizamos lo que hemos vivido, e inclusive si fue bueno, pedimos por un año mejor.

Este es el momento de compartir algo muy personal, que muchos amigos ya saben, pero que ahora decidí hacer público, no por revelar intimidades sino para que sirva de mensaje de aliento.

El 1° de setiembre del 2020 me descubrieron cáncer de mama. Dos tumores en un seno y algunas zonas irregulares  aunque no cancerígenas, en ambos senos. O sea, no cáncer pero células que con el tiempo podrían convertirse en letales. Hoy, ya un año después, estoy a días de una segunda operación-que será inmediatamente después del nuevo año judío, Rosh Hashaná-, tras la cual habrá algunas semanas de recuperación y luego, al parecer, un mes de radiaciones en el seno . Siento que es la recta final, previa por cierto a un constante seguimiento y control que habrá que hacer, estimo yo, de por vida.

La verdad, en ningún momento me sentí enferma. Nunca me dolió nada, no me sentí mal, se descubrió en una mamografía de rutina.  Creo que ni siquiera dije “tengo cáncer”. Decir “me descubrieron tumores cancerígenos” parecía un poco más lejano. No me engañé en ningún momento porque eso tampoco ayuda en nada, pero mi actitud fue que tengo algo que resolver, no que hay un tema que domina mi vida y ensombrece todo lo demás.

Pero eso no quita el balde de agua fría cuando días después de la primera biopsia me llamó el médico a confirmarme que es cáncer.

Fue la primera y casi única vez que me angustié. Me duró  creo que no más de dos horas. Me dije que con amargarme no soluciono nada y seguro no curo el cáncer, así que miremos para adelante y hagamos lo que hay que hacer.

La segunda fue cuando la oncóloga, casi a pedido mío (porque le pregunté si no habrá ya metastasis), me mandó un PET-CT. “Sonamos”, pensé. “Ahora me van a descubrir aquí y allá y más allá y estoy frita”, me dije en un momento de estupidez total, del que me recuperé rápidamente recordándome a mi misma que si hay algo más pues mejor descubrirlo para tratarlo.

Como el avestruz, esconder la cabeza en la tierra, no, no es para mí.

En realidad, había algo más, aunque por suerte no peligroso: un nódulo en un pulmón, que me sacaron en una operación en noviembre. El gran temor era que fuera metastasis del seno. Por suerte, no lo era. Sí  era un tumor cancerígeno llamado carcinoide, del sistema endocrinológico, muy poco común, que en general no se expande fuera del lugar en el que apareció. Y es rarísimo que vuelva. Qué habría pasado si no  lo hubieran descubierto cuando tenía un centímetro, pregunté en el control médico. Probablemente habría crecido allí mismo y en varios años quizás me habría hecho presión sobre el pulmón.

Se ve que hasta para tener cáncer hay que tener suerte.

Las cosas se dieron de modo que  lo que iba a ser una operación ya en octubre del año pasado, con altas probabilidades de que me sacaran el seno, terminó con un desenlace mucho menos dramático. Por distintas razones, recibí tratamiento hormonal durante meses y eso redujo considerablemente los tumores. En resumen, cuando me operé el 4 de agosto, no hubo que sacar el seno sino solamente los bordes de la zona en la que se habían identificado originalmente los tumores, aunque estos se habían reducido tanto que ya no aparecían en la resonancia magnética.

Pero era clave operar ya que podría haber células cancerígenas aunque no aparecieran en pantalla.

Lo principal es que la biopsia de la centinela, el ganglio central, que se sacó también en esa operación, estaba absolutamente limpia. Eso es clave ya que por allí el cáncer pasa a otras zonas del cuerpo. Y si hay metastasis en un órgano, probablemente aparecerá en otros. Así que eso fue importantísimo.

La biopsia del seno, para la que la respuesta demoró unas semanas más, mostró que estaba casi todo limpio, salvo una punta pequeña en la que quedaron células no agresivas,pero que igual hay que sacarlas. Por eso me opero el próximo jueves 9 de setiembre. Sé que no es una operación de gran envergadura y si no hay imprevistos ni complicaciones-que soy consciente pueden ocurrir en cualquier operación- al día siguiente estoy en casa para hacer la cena de Shabat en familia. Un poco de mimos y que mi esposo y mis hijos cocinen, no viene mal.

Me atrevo a dar unos consejos.

No se dejen estar con los controles que hay que hacer de rutina. No sólo de las mamas. Me refiero a todas esas cosas que sabemos hay que estudiar cada tanto. Hombres y mujeres, cada uno con lo suyo. Más vale prevenir que curar.

A mí me habían dicho que a la oncóloga se va recién después de la operación. Yo tenía claro que iría ya antes. En mi caso, eso fue lo que al parecer me salvó de sacarme el seno porque me dio hormonas que redujeron todo considerablemente y por ende fue posible operar para extirpar sólo una parte. Resumen: creo que mejor ir antes para ver opciones y alternativas. Pregunten sobre hormonas. Dicho sea de paso, a mí me dieron Letrozol.

Creo que es clave entender lo que a uno le pasa. Pero no menos importante es no lidiar con la situación con angustia y pesimismo. Hay que mirar hacia la luz, que nos guíe, que nos aliente. No pierdan tiempo en cosas que les hacen mal o desagradan. Concéntrense en el amor de sus seres queridos y en los que les da felicidad. Aférrense de la luz, pero sin pensar que están en un túnel.

Sí, ya sé, a veces es más fácil decirlo que hacerlo.

Todo esto que escribo no es para dar un parte médico antes de terminar el año sino para tratar de compartir un encare que quizás ayude a otros.

 

Sé que el haber tenido bastante claro desde un principio que mi situación particular es soluble, fue un elemento muy importante en todo esto. Pero creo que el tema de la actitud fue mucho más allá de ello.

Tendría varios ejemplos de ello en todo este proceso. Pero les doy el más actual, sobre el que nos reíamos el otro día con mi hija. Yo podría resumir la respuesta de la biopsia del seno en tono tremendista, diciendo que no estaba limpia, que aún tengo cáncer, que horror que me tengo que operar esta vez. Pero opté-no fue cuestión de decisión, sino de reacción muy natural- por destacar que estaba casi todo limpio, menos una pequeña partecita, lo cual se resuelve rápidamente en una segunda operación.

Lo cómico fue que mi planteamiento fue tan optimista al contarle a familiares y amigos que todos , incluyendo mi suegra a la que le cuesta esconder su preocupación, reaccionaban diciendo ¡Qué buena noticia!

Fue este un año por el que también debo agradecer, porque amigos cercanos y menos cercanos me han llenado de bendiciones. Y hace unos días, hasta me llamó por teléfono una chica a la que recordaba claramente de la Escuela Integral Hebreo Uruguaya en la que ella estudiaba en una clase de los uno o dos años mayores que mi generación. Se enteró por amigos comunes de mi desafío y me llamaba a alentarme y decirme  que para cualquier consulta o en cualquier momento que sienta que necesito un consejo, allí está ella que ya lo pasó. Y que son un grupo de mujeres que habían pasado lo mismo y están siempre dispuestas a apoyar. Eso es no vivir en burbuja. Emocionante.

A lo largo de todo el año, paralelamente a lo que yo tuve que hacer para lidiar con esta situación, la vida siguió su curso. Y la mía es mucho más que aquellos dos tumores de los que sólo quedan unas pocas células que ni saben lo que les espera el próximo jueves.

Mi vida es ante todo mi familia. La felicidad de compartir junto a mi esposo con nuestros hijos las alegrías de su vida personal, los avances de cada uno en sus trabajos  y sus muchos encuentros con sus amigos. Es disfrutar de nuestro nieto y de la espera de la llegada inminente de su hermanita. Es sentirme afortunada cuando el chiquito me dice “sávta”, que es abuela en hebreo. Ante no le salía y me decía “Báta”, y a mí me sonaba a canto celestial.

Felicidad es sentarme con mi hermana a un café que dura horas. Y haber cenado hace unos días con mi hermano y mi cuñada en el balcón de casa, compartiendo anécdotas y cuentos. Y saber qué buena familia y qué amigos tenemos, de aquí y de allá, en Israel y Uruguay, sintiendo que también desde ultramar están a mi lado, como si no hubiera océano de por medio.

Es por cierto sentirme privilegiada de no levantarme jamás pensando “qué horror, tengo que sentarme a escribir”, sino feliz de hacerlo y de buscar constantemente nuevas entrevistas.

Hasta las numerosas idas y venidas al hospital fueron materia prima para notas sobre la realidad singular de Israel, ejemplo de espacio compartido por distintas comunidades y credos, todos atendidos por igual.

Siempre tenemos luz a la que mirar.

En el nuevo año 5782-según el calendario judío-que comienza este próximo lunes 6 de setiembre al salir las primeras estellas, deseo a toda la gente de bien salud y bienestar, muchos momentos de alegrías y satisfacciones. Que todos logremos marchar por la senda del bien, por nosotros y nuestros seres queridos.

Feliz año para todos. ¡Shaná Tová!

Ana Jerozolimski
(03 Septiembre 2021 , 12:20)

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