Hoy tuve que ir al Hospital Hadassah Ein Kerem de Jerusalem. Y como siempre, aunque esté en medio de algo personal, tengo los ojos abiertos y las antenas prendidas para ver lo que ocurre alrededor, qué puedo contar luego de interesante a mis lectores. Eso es lo que pasa cuando el periodismo no es sólo trabajo sino pasión.
Mientras esperaba un turno determinado en la planta baja frente a la entrada principal, divisé una ambulancia estacionada junto al lado de la puerta.Me pregunté si traerían a un enfermo de Coronavirus y salí a mirar. Pues había una ambulancia de la Media Luna Roja palestina, al parecer simplemente esperando a alguien.Es que un hombre sentado sobre el escalón en el que se puede apoyar quien sale de adentro de la ambulancia, conversaba con un joven corpulento y totalmente cubierto con el equipo protector propio de estos tiempos. Y al lado de la ambulancia palestina, una israelí, de Maguen David Adom ,la Estrella de David Roja.
La luz no estaba a mi favor, pero la escena sí. O sea, no es que estaba pasando algo en especial. Lo especial era precisamente esa normalidad, la ambulancia palestina frente a la emergencia del hospital Hadassah, estacionada junto a una israelí.
Pocos minutos después, tras haber interrumpido mi observación para comprarme un café, veo que algo ocurre junto a las ambulancias. La de Maguen David Adom había abierto su puerta trasera y un paramédico religioso, a juzgar por la kipá que le cubría la cabeza, cargaba junto con el paramédico palestino con aspecto de astronauta por estos tiempos de Coronavirus, una camilla con un señor recostado.
A pocos metros de distancia, del otro lado de la explanada de estacionamiento, otra ambulancia de alguna organización de asistencia israelí musulmana, a juzgar por el nombre y las letras en hebreo. Una señora parada a su lado, estimamos, sería pariente de algún enfermo.
Adentro, en el hospital, como siempre, médicos y enfermeras judías y árabes libraban su lucha diaria por salvar vidas de judíos y árabes, religiosos y laicos. De seres humanos, eso es lo que cuenta.
Y no puedo evitar pensar en los que demonizan a Israel sin tener ni la mínima idea de lo que ocurre aquí todos los días.