Conocí primero a José y, más tarde, en Jerusalén, a Ana Jerozolimski en 1995. A José en un Shabat en su casa de Pocitos, al que me invitó a compartir con su familia, previo a viajar a Israel. Era diputado y presidía la Comisión de Salud de la Cámara, siendo invitado por esos días a participar de un congreso en Israel. Desde aquel entonces mantuve una lida amistad con la familia, además de un trato profesional de parlamentario y dirigente político con Ana, la periodista y editora, a través del Semanario. La amistad no impidió, de eso se trata ser profesional, coincidir muchas veces y discrepar algunas, pero siempre respetarnos y compartir el afecto, sin solución de continuidad. Hace mucho que José no está, pero sí su Semanario Hebreo el que puntualmente recibí en mi despacho del Parlamento semana tras semana.
En estos días cumple 60 años (¡que bárbaro!). Poder mantener un medio de prensa más de medio siglo no es poca cosa, es un triunfo. Lo leen los judíos, claro, pero también quienes no somos sus paisanos. Sus páginas están llenas de historias, de política, de una visión que está abrazada, claro está, a Israel, y por ello a la libertad. Por ellas han pasado dirigentes políticos de todos los partidos, es un foro plural, y en ellas muchos uruguayos-judíos que nos hablan de sus dos patrias, y nos llenan de anécdotas y vivencias. Logró en estas décadas construir un puente entre aquel oriente y este.
Wilson Ferreira decía que a los periodistas no se les podía pedir neutralidad, que es incompatible con la condición humana. Hay que pedirles honestidad. Y eso define éstas páginas. No le busquen neutralidad, ni aún objetividad, la escriben personas con alma, pidámosle que sigan escribiendo y editando el Semanario Hebreo, como lo hacen desde hace 60 años, con honestidad. El resto corre por quienes lo leemos. Feliz (sexagenario) aniversario.