A los 40 años de su fallecimiento
Ángel Sanz-Briz fue uno de esos hombres que en el momento clave, supo decidir qué dirección tomar en la vida: la fácil y cómoda o la arriesgada y compleja. Con la primera, no corría riesgo ninguno, pero traicionaba su escala de valores. Con la segunda, podría terminar muerto, pero hacía lo correcto desde un punto de vista moral. El “Ángel de Budapest”, que bien ganado tenía su nombre, optó por la vía que le permitió salvar la vida de 5.000 personas. Todos ellos eran judíos. A parte los salvó gracias a los documentos que les extendió, saliéndose claramente de lo que le había determinado el Ministerio de Relaciones Exteriores de su país. A otros, también los ocultó de los nazis.
Al cumplirse este 11 de junio 40 años de su fallecimiento-a los 70 años de edad- quisiéramos aportar a perpetuar su memoria.
Así se lo recuerda en la página oficial de Yad Vashem, el Museo Recordatorio del Holocausto en Jerusalem:
Ángel Sanz-Briz fue nombrado encargado de negocios de la legación española en Budapest en el verano de 1944. Inmediatamente después del comienzo de las persecuciones contra los judíos húngaros ofreció en nombre de su gobierno proveer pasaportes a judíos de origen español, y negociar por su protección con las autoridades de Hungría.
Sanz-Briz recibió el consentimiento de otorgar esos derechos a 200 judíos españoles pero los amplió por su cuenta a 200 familias y luego incrementó el grupo una y otra vez. También hizo alojar a judíos en edificios rentados por él en Budapest bajo la protección de la bandera española, al mismo tiempo que colocaba avisos que indicaban que eran propiedades extraterritoriales pertenecientes a la legación española.
Asimismo instó al representante de la Cruz Roja Internacional a que colocara letreros españoles en hospitales, orfanatos y clínicas de maternidad, para proteger a los judíos que se encontraban allí. Sanz-Briz actuó heroicamente, logrando salvar a numerosos judíos, cuya mayoría no eran de origen español. El gobierno de su país le ordenó abandonar la capital húngara en diciembre de 1944.
Los supervivientes Enrique y Jaime Vandor recuerdan sus experiencias durante la guerra y el papel de Sanz-Briz en su salvación. Siendo niños recibieron la protección de la legación española en Budapest junto a su difunta madre, Anny Vandor, desde el otoño de 1944 hasta la llegada de las tropas soviéticas. Fueron alojados en una de las "casas españolas" de las cuales estaba prohibido salir. Sanz-Briz se preocupó en hacerles llegar alimentos. Gracias a sus esfuerzos, los Vandor y muchos otros sobrevivieron, y es por ello que siempre lo tuvieron presente en su memoria. Después de la liberación el Sr. Sanz-Briz continuó su carrera diplomática.
Yad Vashem señala que reconoció a Ángel Sanz-Briz como Justo entre las Naciones el 8 de octubre de 1966. Sin embargo, una nota en su memoria publicada en el 2015 por el diario El Mundo de España, escrita por Julio Martín Alarcón, sostiene que en aquel momento el diplomático no pudo recibir el reconocimiento debido a que el régimen de Franco no tenía relaciones con Israel, y que en la práctica éste fue concretado recién en 1989, siendo la viuda de Sanz-Briz, Aída Quijano, quien lo recibió en su memoria.
Cabe recordar que Justo entre las Naciones es el título que Yad Vashem, de hecho en nombre de Israel y el pueblo judío, otorga a no judíos que arriesgaron su vida para salvar judíos, sin buscar nada a cambio y sin motivación de ningún tipo de interés.
En la Enciclopedia del Holocausto editada por el Dr. Efraim Zadoff, aparecen otros datos interesantes. Optamos por reproducir la totalidad del texto que aparece sobre Ángel Sanz Briz:
Diplomático español que ejerció en Hungría entre junio y diciembre de 1944. Al ser conquistado el país por Alemania en marzo de 1944, los países neutrales no reconocieron al nuevo gobierno presidido por Dome Sztojay, y España sustituyó a su embajador por un encargado de negocios, Ángel Sanz Briz, quien llegó a Budapest a principios de junio de 1944. Ángel Sanz Briz mantuvo continuamente informado a su ministerio, en Madrid, sobre el trato a los judíos y la legislación antisemita. En agosto de 1944 mandó una copia de los Protocolos de Auschwitz y describió los preparativos para asesinar al judaísmo húngaro.
Las comunidades judías de Tánger y Tetuán, en las cuales cientos de judíos húngaros habían hallado refugio, se dirigieron el 22 de mayo de 1944 al Alto Comisario de España en Marruecos para que autorizara la entrada en Tánger de 500 niños huérfanos, acompañados por 70 adultos. El 20 de julio de 1944, Ángel Sanz Briz recibió instrucciones, junto con las autoridades de la Cruz Roja, de formar el grupo. Ángel Sanz Briz solicitó el envío de los niños pero las autoridades nazis dificultaron su traslado a Tánger. Sin embargo, las visas constituían de por sí una protección parcial, y los 500 niños que las recibieron quedaron bajo la protección de la Cruz Roja y de la legación española.
Durante ese verano, las organizaciones judías de Estados Unidos pidieron a los Aliados que tomaran medidas efectivas para salvar judíos. Uno de estos pedidos se refería a 1.684 judíos de Budapest, sobre cuya liberación estaba negociando con Adolf Eichmann, el Comité de Ayuda y Salvamento de Hungría. Cuando se autorizó su salida, estos refugiados necesitaron obtener de inmediato visas para un país neutral. Ángel Sanz Briz transmitió a Madrid la súplica de los líderes del Comité de Budapest, Otto Komoly y Rezso Kastner, de que España otorgase esas visas y el pedido fue aceptado. La oposición alemana y los cambios en el frente de batalla occidental hicieron que el convoy de refugiados fuera desviado a Bergen-Belsen y de allí a Suiza.
La localización de los 500 niños que debían ser enviados a Tánger y la protección a 45 judíos que podían aducir ciudadanía española fueron las primeras medidas que tomó Ángel Sanz Briz después del 15 de octubre de 1944, fecha en que tomaron el poder Ferenc Szalasi y los fascistas húngaros del movimiento Cruz Flechada. La presión de los Aliados y los informes de Ángel Sanz Briz desde Budapest hicieron que el ministerio español de Asuntos Exteriores lo autorizara a ayudar a los judíos, tal como lo hacían los diplomáticos de Suecia, Suiza, el Vaticano y Portugal. Ángel Sanz Briz utilizó una disposición del gobierno nacionalista de Primo de Rivera (1923-1930), que otorgaba la ciudadanía española a los judíos sefaradíes descendientes de los que fueron expulsados de España en 1492, y obtuvo permiso para ampliar su protección sobre ellos y gestionar su «repatriación». Al parecer se trataba sólo de 300 personas, pero una vez concedidos los permisos y haber comprobado que se podía proteger a españoles que vivían en Hungría, amplió su protección a más de 2.000 personas. Ángel Sanz Briz expidió pasaportes españoles ordinarios con una validez de tres meses a 45 judíos españoles: 352 judíos recibieron pasaportes especiales y otros 1.898 recibieron «cartas de protección». Para salvaguardar sus vidas, Ángel Sanz Briz alquiló casas con dinero donado por judíos, y fijó letreros en las mismas indicando que eran parte de la representación española y que gozaban de extraterritorialidad. Gracias a su amistad casual con un dirigente del partido Cruz Flechada que era gobernador de Budapest, consiguió mantener a salvo a las casas y sus residentes.
Ángel Sanz Briz consiguió salvar a 30 de sus protegidos de la «marcha de la muerte» organizada por los nazis a fines de ese año, y los devolvió a Budapest. El 17 de noviembre participó con otros representantes de estados neutrales en una petición a Szálasi para que cesara la marcha y se ordenara el regreso de los exiliados.
Entre tanto, el ejército de la Unión Soviética había empezado a rodear Budapest. A diferencia de los representantes de Suiza, Suecia y el Vaticano, Ángel Sanz Briz temió por su seguridad. En diciembre, siguiendo instrucciones de Madrid, viajó a Berna, Suiza, donde escribió su último informe.
Zadoff, Efraim (Ed.), SHOÁ- Enciclopedia del Holocausto, Yad Vashem y E.D.Z. Nativ Ediciones, Jerusalén 2004. Basado en: Rozett, Robert & Shmuel Spector (Ed.), Encyclopedia of the Holocaust, Yad Vashem and Facts On File, Inc., Jerusalem Publishing House Ltd, 2000
La citada nota de Julio María Alarcón en “El Mundo”, se pregunta por qué el régimen que había autorizado a Ángel Sanz-Briz otorgar documentos a los judíos para salvarlos, le prohibió recibir el reconocimiento oficial de Israel.
"Franco no tenía relaciones diplomáticas con Israel, el asunto judío en España era tabú, las alianzas con los países árabes una de las líneas maestras de la política exterior franquista", matiza José García-Bañón diplomático y embajador también durante la dictadura y yerno de Sanz Briz.
“Hay algunas certezas, ciertas dudas y sobre todo múltiples interpretaciones”, agrega el autor. “Franco asistió al Tercer Reich durante casi toda la guerra de una forma u otra: con recursos y materias primas -algunas en concepto de factura por la ayuda prestada por Hitler al bando nacional durante la Guerra Civil- además de los voluntarios de la División Azul, que lucharon en el Frente Este contra la URSS hasta 1944. Pero no fueron las únicas, desde Madrid se facilitó a menudo información obtenida de los aliados, se colaboró con la Gestapo y se agasajó a sus jerifaltes, como a Heinrich Himmler durante su visita a España. Una neutralidad que estaba repleta de soflamas y propaganda pronazi, especialmente durante el periodo en el ministerio de Exteriores de Serrano Suñer. No obstante, el contacto con británicos y franceses y después con estadounidenses nunca se abandonó y se hizo cada vez más frecuente según avanzaba la guerra y la derrota del Tercer Reich se hacía evidente. En este contexto la posición de Ángel Sanz Briz, que tan sólo contaba con 34 años entonces, era extremadamente delicada, como recalca José García-Bañón”.
Y agrega: “Briz envió telegramas a España alertando de la desesperada situación de los judíos en Budapest. Sin duda, el encargado de negocios de la legación española, máxima autoridad en ausencia del embajador, no podía emitir por su cuenta y riesgo documentos como pasaportes, salvoconductos o laissez-passé sin el conocimiento de las autoridades franquistas. Briz obtuvo permiso a regañadientes, según su hija Ángela, y se organizó en base a un antiguo decreto del Gobierno de Primo de Rivera de 20 de diciembre de 1924 que reconocía como españoles a los descendientes de los sefardíes españoles expulsados por los Reyes Católicos en 1492”.
Aquella nota señala que hubo también otros funcionarios españoles que ayudaron en la tarea. Pero ninguno como Ángel Sanz Briz. “La labor de Ángel Sanz Briz excedió la pura fórmula diplomática, como clarifica José García-Bañón: ´Pronto los primeros pasaportes se extendieron a todas los miembros de una familia, después a los que tuvieran algún familiar sefardí, por último a todo aquel que se podía. Briz acogió en su casa a refugiados, estableció lugares seguros extendiendo la cortina de protección de la legación española y acudió a los hospitales de la Cruz Roja reclamando como españoles a algunos de los que estaban allí alojados´”.
Hay hombres que cambian la historia.
Ángel Sanz-Briz no podía impedir la Shoá, pero sí reducir en algo al menos su monstruosa magnitud. No en vano dijo Edmund Burke que “para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”.
El Ángel de Budapest fue uno de esos hombres buenos que decidió actuar.