Para Hadil Moreb (22), el camino por el que marcha desde hace 3 años al enrolarse al servicio militar en Tzahal, es un fiel reflejo del sentimiento con el que creció desde chica por Israel, el país en el que nació, su país. Originalmente se enroló como voluntaria pero su posición hoy es diferente, ya que decidió continuar en el ejército, hizo curso de oficiales y hoy es una orgullosa Teniente en la unidad del portavoz militar (Dover Tzahal) , a cargo del contactos con los medios de comunicación del mundo árabe.
Conversamos con ella un día antes de Iom Haatzmaut y nos place compartirlo.
Identidad y amor por el país
P: Hadil, me alegra mucho tener la oportunidad de conversar contigo. Y creo que dado el trasfondo especial de tu enrolamiento, es oportuno comenzar preguntándote cómo te defines a ti misma, a tu identidad.
R: Siempre me definí como cristiana israelí y hoy también. Soy la misma persona que antes del ejército pero siento que lo que estoy haciendo me ha aportado mucho a mi personalidad, mis valores, mi cultura y mis conocimientos, como ciudadana en el Estado de Israel.
P: En los últimos años hay una tendencia en parte de los cristianos israelíes, a rechazar totalmente que se los identifique como árabes cristianos. Destacan sus raíces arameas, las de los cristianos originales de Tierra Santa. ¿A ti te molesta?
R: No es que a mí me moleste, sino que para mí la definición correcta y relevante es cristiana israelí. Hay gente que no entiende las diferencias. En el ejército yo aprendí a aceptar a gente distinta de mí. El ejército nos enseña mucho al respecto, todo el tiempo. Espero que dentro de unos años, quizás lleve 40 años, todos sean simplemente israelíes, ninguna otra cosa, que se haya llegado a ese punto y que la sociedad esté totalmente unificada.
P: ¿Me puedes contar sobre el lugar en el que naciste?
R: Nací y vivo en Kfar Rame, en el norte del país. Es una aldea de unos 8.000 habitantes en la que convivimos cristianos, drusos y musulmanes. En mi familia, mi papá es ortodoxo griego y mi mamá católica, pero en la aldea se unificaron las fechas, para que todos los cristianos celebremos juntos tanto Navidad como la Pascua. En general vivimos muy bien juntos. No es el único lugar en Israel en el que se da una situación así. En Haifa es especialmente notoria. Claro que también en partes de Jerusalem.Yo estoy muy a favor de compartir vivencias y espacio todos juntos, independientemente de la religión y la afiliación comunitaria de cada uno. Por eso me gusta especialmente Haifa, donde están todos juntos y cada uno puede preservar su cultura. Así unos aprender a conocer a los otros. Es una gran cosa. Pero soy consciente de que no todos tienen esta visión.
P: Entiendo que has lidiado siempre con quienes discrepaban con tu forma de ver a Israel.
R: Así es. Siempre fui distinta de gente de mi clase. Hace 8 ó 9 años. En muchas aldeas, aparecer con la bandera de Israel equivalía a que te tilden de traidor. Yo creo que mucho de eso ha cambiado. Yo siempre quería tener mi bandera en Iom Haatzmaut, pero temía por lo que pensarán los vecinos. Hoy es distinto. Y cuando decidí entrar al ejército, resolví poner todo a un lado y dar prioridad a lo que me parecía más importante, el Estado de Israel. Decidí abocarme a eso y no prestar atención a otras cosas. Hubo quienes me dijeron que perdería de todo eso, que tendría problemas, pero yo tenía la meta clara y no presté atención. Y hoy estoy muy feliz de haberlo hecho, muy orgullosa. Y te diré que hay otras chicas conocidas mías que están pensando en enrolarse, después de haber visto mi experiencia. Yo quisiera que todos vayan al ejército, y aporten a nuestro país. Es una forma de ejercer influencia y de sentirse parte, ayudando al país.
Un camino claro
P: ¿Cómo fue el proceso por el cual decidiste enrolarte? Evidentemente lo pensaste ya cuando estabas en secundaria.
R: Así es. La verdad es que yo era una alumna sobresaliente. Estudié en un colegio cristiano, privado. En los dos últimos años de secundaria, cada uno ya comienza a pensar en su futuro, dónde hacer universidad, si ir directo del fin de la secundaria. Pero en mi cabeza yo ya tenía claro que quería ir al ejército. En aquel momento nadie me creía. Pero yo lo tenía claro. El proceso fue largo, nada fácil, pero al final recibí la orden de reclutamiento que había pedido. Lo había exigido en Poblaciones, la unidad del ejército encargada de las minorías. Desde que terminé el liceo no hice nada, me quedé en casa con mi familia, esperando noticias del ejército. Y cuando llegó la orden, les conté, muy feliz, sólo a unos pocos: a mis padres, mi hermano y dos buenas amigas.
P: Llega el día, que los jóvenes israelíes judíos saben toda la vida que llegará, y en general también lo esperan ansiosos con toda naturalidad, y para ti, era algo totalmente nuevo. No es que otros amigos tuyos ya se habían enrolado, ni primos ni hermanos. Es un paso enorme.
R: Así es. Nadie en mi familia lo había hecho antes. No sabíamos nada. Fui a la oficina de reclutamiento, pero no tenía mucha certeza acerca de qué debía llevar conmigo. Me preparé un bolso, puse lo que entraba, y mi padre me llevó a Tiberíades, donde debía presentarme. Salimos de cada a las 6 de la mañana. A medio camino me preguntó si estoy segura que quiero que siga o si prefiero que dé media vuelta. Le dije que siga, que me lleve a Tiberíades, que estoy segura del paso que estoy dando. Ya hace más de 3 años. Se cumplieron el 1° de abril. Y estoy muy orgullosa. Cada día siento la energía, la motivación, me gusta mi uniforme, y siento que mi familia también está muy orgullosa.
P: Eso es sumamente importante.
R: Así es. Algo que me significa mucho es que aunque yo siempre veía que mi padre está orgulloso, mi mamá prefería que yo vaya a estudiar, que avance en la vida en ese sentido. Cuando el año pasado fui una de los 120 soldados sobresalientes recibidos en Beit HaNasí en Iom Haatzmaut por el Presidente de Israel, sentí por primera vez que también mi mamá estaba sumamente orgullosa. Mi familia no entendía antes plenamente el significado de todo eso, pero cuando estuvieron en Beit HaNasí y vieron todo, lo captaron bien y sintieron un orgullo muy grande.
La verdad es que mis padres siempre se sintieron muy conectados con el país. Pero veo ahora que quien no hizo el ejército, no puede entender todo igual. Mi papá siempre ha sido sionista, ama al Estado de Israel, y creo que si le dijeran ahora que puede ir al ejército, lo haría. También mi mamá quiere mucho al país. Así me educaron y siempre creyeron en mi camino.
Tzahal, una vivencia personal
P: ¿Y cómo es tu vivencia en el ejército? ¿En qué consiste tu función?
R: En la unidad del portavoz del ejército, trabajamos con todos los medios de comunicación árabes, tanto locales como del exterior. Tienen corresponsales israelíes y también extranjeros.
P: ¿Qué te dicen al toparse con una oficial como tú, cuyo idioma madre es el árabe?
R: Todos los aceptan. Te cuento que también lo sentí estas últimas semanas al haber ido muchas veces a la aldea Dir el-Assad en el norte de Israel, por la situación grave allí del Coronavirus. Es una aldea musulmana. Mucha gente allí identificaba mi acento distinto al hablar en hebreo…
P: Tienes acento árabe en hebreo.
R: Claro, al menos distinto del promedio, me preguntan de dónde soy, cómo me llamo. A algunos les gusta mi respuesta y a otros no.Pero no tengo dudas de que en definitiva, yo y todos los que están en mi situación, somos un ejemplo de minorías que nos presentamos como voluntarios a servir en Tzahal. Pero hoy ya no me veo como voluntaria. Hoy soy oficial, es como servicio obligatorio aunque haya empezado como voluntaria. Y sé que es un privilegio servir en Tzahal, ayudando a proteger al país que me protege. Como te decía, ya antes de entrar al ejército sentía esta conexión, pero hoy es un millón de veces más fuerte.
P: Comentas que estuviste en Dir el-Assad. Creo que es relevante contar que el Frente de Defensa Civil se hizo presente allí, tal como lo había hecho antes en la ciudad ultraortodoxa de Bnei Brak, a raíz de los altos porcentajes de Coronavirus, para ayudar a la población carenciada.
R: Así es. Y a mí no me sorprendió nada, porque Tzahal siempre tiene muchas actitudes que son reflejo de su encare humano, que yo tengo clarísimo, y que no siempre sale en los medios. Cuando hay un problema, siempre se publica. Y yo creo que es importante que salgan las cosas buenas que ocurren, a través de las cuales se puede saber la verdad.
P: ¿Te parece natural que algunos se hayan sorprendido de ver a Tzahal ayudando tanto a la población en las localidades árabes?
R: Mira, puede que muchos digan que no esperaban eso de Tzahal, pero yo sí, porque conozco a Tzahal y sé que siempre está presente donde hay que ayudar. Y me parece muy bueno porque esta situación ha hecho que se conozca mucho la verdad sobre Tzahal . Cuando uno no conoce algo, se siente lejano. Parte de la sociedad no conoce al ejército, y ésta ha sido, aunque por un tema duro como la pandemia, una gran oportunidad para que la población toda, también la ciudadanía árabe, sepa la verdad sobre Tzahal, que vela por todos nosotros, la ciudadanía israelí, por igual.
Tzahal se ha hecho presente no solamente en Dir el-Assad sino en muchas aldeas árabes del norte, en numerosas localidades en las que la propagación del Coronavirus fue muy grande. Participó en el proceso diario de distribución de comida a ancianos, a gente con problemas. Hizo todo lo que se puede hacer para combatir el Coronavirus. No diría que todos apreciaron esta actitud, pero estoy segura que gran parte sí, y eso les permitió entender lo bueno de Tzahal.
La primera noche
P: Aparte del ideal, imagino que si te sientes tan bien será entre otras cosas porque has hecho buenos amigos ¿verdad?
R: Sin duda. En el ejército fue la primera vez que tuve un amigo judío. Mi padre siempre tuvo amigos judíos en su trabajo, pero yo recién a los 18 años conocí de cerca por primera vez a una chica como yo, judía…y me sentí muy bien.
P: ¿Cómo fue ese proceso, la parte social, el entrar en el ambiente con tus compañeras por ejemplo del entrenamiento básico, cuando empezaste?
R: La verdad es que el primer día, la primera noche, tenía miedo. Estábamos en la base del entrenamiento básico, y yo sentía que estoy entre dos mundos. Pensé que salí de un mundo al que no podré volver porque no me aceptará, y un mundo al que aún no conozco y que no sé si me aceptará.
P: ¿Cómo fuiste avanzando?
R: No lo olvidaré jamás. El primer día, contestaba todo con monosílabos, sí y no, para que no identifiquen mi acento. Por la noche llamé a mi papá para decirle que estoy bien, y una de mis compañeras, Lior, me oyó hablando con él y captó que había algo poco común. Sentí que todas querían que yo hable, que les cuente algo de mí. Así que me senté con ellas, 6 muchachas como yo, les conté mi historia, de dónde vengo y por qué quise enrolarme, y me recibieron de una forma que no olvidaré jamás. Algunas lloraron de emoción al escucharme. Sin duda, la época de la tironut, o sea el entrenamiento básico, es de las más hermosas en el ejército. Me eligieron como sobresaliente de todo el batallón. Siempre me sentí apoyada por mis comandantes. Vi lo que uno logra cuando otros creen en ti. Hasta ahora estoy en contacto con quien era mi oficial en aquel momento.
P: Hadil, estamos conversando un día antes de Iom Hazikaron, el Día recordatorio de los caídos, tras el cual se pasará a los festejos por Iom Haatzmaut. ¿Cómo vives estos días tan singulares?
R: Iom Hazikaron es una fecha muy importante para todas las familias que perdieron hijos defendiendo al país. Y luego, en efecto, se pasa a la gran alegría de Iom Haatzamaut. De lo triste a la alegría. Espero que el virus se vaya pronto y que mucha gente pueda venir a conocer la variada cultura israelí. Ahora, lo central es desear ¡Iom Atzmaut sameaj! ¡Feliz Día de la Independencia!
P: Muchas gracias Hadil. Lo mismo para ti.
R: ¡Gracias!