Mundo Judío

Pesaj en un pueblo de la vieja Europa

Por la Esc. Esther Mostovich de Cukierman

¿ Cómo celebraban  Pesaj ( Pascua) en los pueblos de Europa? Papá (z’l , que recordarlo sea bendición) nos contaba los mismos episodios todos los años y no sé cómo, de sus labios siempre salían como nuevos. Los primeros recuerdos eran relatos  de un  pueblo en Polonia a 15 kilómetros de Varsovia, a comienzos del siglo XX. Hace algunos años ese pueblo  se llama Legionovo, pero en ese entonces era simplemente el pueblo de la estación de tren de Jablonna.   

 

 En el pueblo, la vida de familia transcurría de acuerdo al calendario hebreo. Antes de Pesaj,  hacían una limpieza a fondo de toda la casa, blanqueaban las paredes con cal. “Siempre dejábamos una franja de pared sin pintar, en recuerdo del Templo de Jerusalem” ,insistía papá.

 

Los hombres preparaban  la matza  (el pan sin levadura ) para  la festividad , en un horno para todo el pueblo. Todos los  hijos varones  participaban, ¡ esa no era tarea para mujeres!   Aprontaban una y otra vez,  pocas cantidades de harina. ¡Nada de máquinas de amasar! Preparaban galletas mucho más gruesas de las que se hacen hoy en día, entre uno y medio a dos  centímetros de alto.  Todo el proceso se hacía a mano, amasado, estirado con palote de madera, marcado de la masa y puesto al horno , rápido, ¡ no más de 18 minutos por reloj desde que se mojaba cada pila de  harina, para que no empezara a fermentar!  Una vez le pregunté cómo sabían que a los 18 minutos comenzaba la fermentación de la masa. Papá podía dar contestaciones inesperadas.

-¡Todos lo saben!, me contestó.

 

-Después de horneada, traíamos la matza a casa y la dejábamos apilada en el escritorio de Padre, tapada con una sábana. Ese cuarto quedaba cerrado y prohibido para todos hasta la noche del Seder ( la cena de Pascua) , para evitar que aún “por equivocación”, lleváramos allí una miga de pan. ¡Ja! Y papá se reía, recordando.

 

- Mi madre y mis hermanas rallaban papas para preparar el almuerzo anterior al Seder, contaba papá. A la hora del almuerzo, el primero que tomaba un “latke” ( panqueque frito) de papa, siempre decía lo mismo: “ Hoy no podemos comer pan, porque todos los restos de pan leudado se quemaron esta mañana y tampoco podemos comer matza porque no la podemos tocar hasta la cena del Seder. ¡Es una desgracia con suerte! ¡Porque hoy el ama de casa nos preparó “latkes” de papa para la comida!

 

A esa mesa se sentaban todos los días, unas veinte personas. Hijos, tíos, empleados del taller de sastrería de mi abuelo… ¿ Cuántos latkes tendrían que preparar? Le pregunté a papá cuántas papas pelaban para ese almuerzo. 

 

-¿Pelar las  papas? ¿Cómo se te ocurre? ¡Lo más rico de esas papas era la cáscara!

 

-Una vez, llegaron unos pocos soldados judíos al regimiento del Zar estacionado junto al pueblo, contaba papá. Se acercaba Pesaj y los vecinos consiguieron convencer al comandante que esa noche diera libre a esos soldados judíos para celebrar el Seder. Ahí vino otro problema, porque los vecinos se peleaban para tener esos huéspedes en su casa. ¿ Qué se podía hacer para no ofender a nadie?   Finalmente se decidió alquilar el salón más grande de todo el pueblo para celebrar juntos todos los vecinos judíos con los militares invitados. ¡Era medio pueblo celebrando el Seder! Fue la fiesta más alegre que recuerdo de mi niñez.

 

En 1914, papá cumplió 11 años y comenzó la Primera Guerra Mundial. Los muchachos comprendieron muy rápido lo que significaba la guerra: no se consigue comida. La familia no se pudo quedar en el pueblo. Se fueron  a Varsovia, y pocos meses después, escapando del nuevo frente de guerra, llegaron a Vilna. La ciudad estaba llena de refugiados de guerra, consiguieron alquilar unas habitaciones en una granja de las afueras.

- Nos rodeaban campos sembrados de papas, pero papas para comer… no había. Padre fue con el carro del granjero  a buscar alimentos y lo único que pudo encontrar fue una bolsa de porotos. Recuerdo  la cara de mamá  cuando vio a Padre entrar con esa bolsa a nuestras habitaciones.

-¿Se pueden comer porotos en Pesaj? Preguntó mamá.

-Iremos a preguntar al Rabino, dijo Padre.

 

El Rabino dijo que nuestros antecesores en el Exodo de Egipto comieron matza, porque ese fue el pan que pudieron conseguir. “Si en esta Pascua en que rememoraremos el Exodo sólo conseguimos porotos, comamos porotos. Pero sin dejar nada en la olla para el otro día”, pidió el Rabino.

-¿Para que no fermentara? Pregunté.

-No. Para no tirar comida en tiempos de escasez. Nunca me gustaron los porotos, recuerda papá. Mamá los cocinó sólo con agua.¡Pero qué ricos estaban! ¡Con qué gusto los comimos en esa semana de Pesaj! Había gente que ni eso tenía …   

 

Papá contaba más cuentos de Pesaj en tiempos de guerra. Son episodios muy  duros. Los dejo para otra oportunidad.

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