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Cobertura científica especializada en tiempos de Corona, con la periodista uruguaya Daniela Hirschfeld

Tras el Día del Periodista, otra entrevista valiosa de la que aprendimos muchos

Un mar de información nos abruma a todos en estos tiempos de Corona. Los periodistas abordamos distintos aspectos de la situación. Pero entre nosotros, quienes mejor pueden entender el tema central en sí, son los especializados en la cobertura científica. Por eso nos dirigimos a Daniela Hirschfeld, de destacada trayectoria en este campo. Pero en realidad, no para preguntarle cómo funciona el virus, sino para que nos adentre en este campo apasionante que en una crisis como la actual, deja en claro la relevancia perpetua de la investigación científica.

 

Algunos datos

Daniela tiene 44 años y es desde hace 24 periodista científica. Entre 1999 y 2008 fue periodista de las páginas de Ciencia y de las de Salud del Semanario Búsqueda de Uruguay. También fue editora general de la revista Galería de Búsqueda durante 10 años. Desde 2005 (hasta el presente) es  editora para América Latina de www.scidev.net, un portal británico de noticias de ciencia y tecnología que tiene cobertura también en África y parte de Medio Oriente.

En el 2017 publicó un libro de divulgación científica titulado “Mentes en Juego. Los científicos se divierten”.

Desde 2017 es periodista freelance para Uruguay, preferentemente para El Observador, además de su trabajo en la web regional.

Fue docente de Periodismo durante 10 años en la Universidad Católica del Uruguay y durante 2 años en la Universidad ORT Uruguay. En paralelo con el periodismo científico, desde hace varios años es  consultora en comunicación científica para organizaciones nacionales e internacionales. En ORT, en 2017, organizó el área de Comunicación Externa de la universidad (que no existía hasta entonces), y actualmente (desde 2018) es responsable de Comunicación del Institut Pasteur de Montevideo.

 

 

P: Daniela ¿cómo vive una periodista encargada de cubrir temas científicos, la cobertura de una pandemia mundial provocado por un virus desconocido hasta ahora?

R: Como periodista se vive con la sensación de que “finalmente” todas las noticias que publiqué y que siempre me parecieron importantes, esas que muchas veces consideré que merecían tapa pero perdieron espacio ante noticias de política o economía, ahora finalmente se valoran distinto.

Hace tiempo que la gente piensa que la ciencia es importante, pero muchos no lograban entender la dimensión. Los medios, en tanto, valoraban la cobertura de temas de ciencia pero como una sección de “color”, secundaria, de curiosidades. Tal vez es porque el resultado de la ciencia se ve como algo de elite, de países del primer mundo, de permios Nobel y otros genios, lejos de lo que la ciencia realmente puede significar.

Lamentablemente esta pandemia es quizás el evento más importante de los últimos 50 años en que la humanidad realmente puede entender la dimensión de lo que la ciencia puede hacer por salvar vidas, por ejemplo.

En tres meses desde que empezó la pandemia, la generación de conocimiento sobre el coronavirus y COVID19 por parte de científicos fue tan exponencial como los casos de infectados. En pocas semanas, los científicos supieron de dónde venía el virus, cómo hace para infectar humanos, qué parte de su maquinaria molecular es clave, cuáles pueden ser sus puntos débiles, y ya hay más de 30 fármacos y vacunas en desarrollo. Esto último llevará meses (por la naturaleza misma del proceso de garantizar que las vacunas sean seguras), pero la velocidad es sin precedentes en la historia.

Todo eso se traduce en la práctica periodística. Nunca antes tantos periodistas (no especializados) debieron entender tanto de ciencia, hablar tanto con científicos, buscan tantas primicias en esas áreas. Para los periodistas científicos es el mejor momento. Y los medios que tengan periodistas científicos son los que harán mejor las cosas.

 

P: ¿Hubo algo en tu hogar, en la educación que recibiste, que podía vaticinar que ibas a ir en esta dirección? ¿O algo que mirando hacia atrás entiendas hoy que creó el terreno para ello?

R: Nací en Montevideo, pero viví hasta los 8 años en Paysandú y luego desde los 8 a los 19 en Esperanza, una ciudad de la provincia de Santa Fe, Argentina. Se puede decir que mi formación en periodismo científico empezó ahí, aún sin saberlo.

En Argentina, el Secundario se puede cursar en lo que se llaman Escuela Normal o Escuela Técnica. La elección se hace ya en el primer año. Si optás por la Normal, hacés un bachillerato tradicional, y si hacés la Técnica, usualmente elegís la orientación según lo que ofrezca cada escuela; yo opté por la Tecnicatura en Química porque siempre me gustaron muchísimo las ciencias en general (aunque también muchísimo las letras).

Me fue muy bien, pero con los años me pareció que el trabajo en laboratorio o centrado en la ciencia exclusivamente no era algo para toda la vida. Me gustaba mucho escribir, enseñar y aprender de todo, y por eso decidí que en la universidad me inclinaría por el área humanística. Para hacer la Universidad volví a Montevideo. Mi primera opción er abogacía, pero cuando vi la posibilidad de estudiar Periodismo no lo dudé. El resto del camino fue casualidad.

 

P: Y en lo personal ¿por qué decidiste seguir este campo de trabajo, especializándote en la cobertura científica?

 

R: Uno de mis primeros trabajos en un medio de comunicación fue en el Semanario Búsqueda, adonde entré con 21 años. Allí, al mes de empezar renunció la periodista de Ciencia, una sección que existía desde 1990 y que fue la primera especializada en temas científicos de los medios de prensa uruguayos. El flechazo entre el periodismo científico y yo fue inmediato. Nunca más lo dejé. Y sin dudas mi formación anterior me sirvió mucho.

Así primero me especialicé en la práctica, en la Redacción del semanario, como lo hacen mucho de los periodistas especializados, tanto en ciencia como en otras áreas. Pero con 29 años quise especializarme formalmente y me presenté a una beca para hacer un posgrado. Lo que quería era que fuera específico en periodismo de ciencia (no es comunicación o divulgación), y encontré la beca Knight Science Journalism que dictan juntas el MIT y la Universidad de Harvard desde hace casi 40 años. Tuve la suerte de ser uno de los 12 periodistas que cada año selecciona esta beca internacional para estudiar periodismo científico en ambas universidades. Me mudé a Boston en el período 2009/2010 y hasta hoy es la experiencia profesional más valiosa  de mi carrera. Fui con mi marido y mi hijo de un año, así que también fue una gran aventura personal.

En 2010, entrega de diplomas a cargo de la presidenta del MIT Susan Hockfield junto al grupo internacional de becarios Knight 2009/2010 en periodismo científico.
En 2010, entrega de diplomas a cargo de la presidenta del MIT Susan Hockfield junto al grupo internacional de becarios Knight 2009/2010 en periodismo científico.

 

Entre inventos e información seria

P: Como sabemos, en la era de las redes sociales en la que circula mucha cosa por las redes, una pequeña parte aporta y el resto confunde y desinforma. ¿Cuál te parece que debe ser tu papel en un momento así?

R: El papel del periodista científico en este momento es clave: dar a la población información veraz, fácil de comprender y útil, que responda las dudas naturales que surgen en estos momentos, que le permita disipar temores o tomar mejores decisiones, que le cuente cómo se está avanzando para llegar a controlar o curar esta infección. Y también  separar la verdadera información de la desinformación, de los mitos y las mentiras.

Dentro de las áreas del periodismo, el periodismo científico es el que tiene el mejor entrenamiento profesional especializado para cubrir el meollo de esta pandemia pues para informar bien, primero hay que entender bien. Por supuesto, por las características expansivas del impacto de esta pandemia todos los periodistas (de economía, política, cultura, etc) tienen un rol porque la información en torno al coronavirus afecta a todas las áreas de la sociedad.

Entender cómo es un proceso científico, entender la jerga, conocer qué experto nos puede dar la información más correcta y cómo ubicarlo rápidamente, y sobre todo tener la confianza de ese experto para que nos de datos, es la ventaja del periodista científico frente a colegas de otras áreas que, ante la necesidad, deben lograr eso en pocos días.

Aclaro que además del periodismo hay otras fuentes de información, por supuesto. Organismos como la OMS (Organización Mundial de la Salud) , los NIH (National Institutes of Health) y otros centros también informan y muy bien, pero desde otro lugar.

P: ¿Podés dar consejos a los lectores acerca de cómo discernir entre todo lo que nos llega constantemente y lo que se lee por todos lados?

R: Diría que el principal consejo es que al leer/escuchar/ver una información tengan como primer reflejo identificar de dónde viene, quién produjo esa información. Es decir, primero ver si es una fuente conocida, esto es, un medio de prensa con respaldo (no sirve una web que aparenta ser un medio de prensa), un organismo científico conocido, una revista científica editada por expertos (revistas especializadas como Science, Nature y muchas otras).

Si no identificamos o tenemos dudas, lo mejor es buscar qué otras fuentes reproducen esa información (con Internet se puede chequear en minutos). Si es una fuente confiable, usualmente esa información pasó por varios filtros que permiten tener cierta confianza. Si no, las chances de que sea falsa o incorrecta son muy altas.

Y luego está el sentido común. Si no tenemos la fuente pero vemos que la información es demasiado buena o mala para ser cierta, dudemos. Y ante la duda, cada uno sabrá qué hacer.

En cualquier caso, lo que hay que evitar es creer a ciegas y compartir en redes (incluso whatsapp) todo lo que llega. No sirve el “comparto por las dudas”. Eso amplifica una información que puede asustar, hacer daño, confundir. No hay “por las dudas” que valga.

 

¿Qué se hace en Uruguay?

 

P: ¿Cómo ves a Uruguay hoy en el tema de la investigación científica? ¿Qué se está haciendo?

R: Uruguay siempre ha sido un país que con su perfil bajo ha dado científicos brillantes. A lo largo del tiempo, desde los médicos Roberto Caldayero y Hermógenes Álvarez —que desarrollaron la perinatología en los años 50 a nivel mundial—; el maestro Clemente Estable, figura de la neurociencia; y más cerca en el tiempo el bioquímico Rafael Radi y el astrónomo Julio Fernández —los primeros dos uruguayos en ser miembros de la Academia de Ciencias de EEUU—; la genetista Amalia Dutra, integrante del grupo que secuenció el genoma humano; y el bioquímico Adrián Krainer , que desarrolló el primer fármaco para una enfermedad neurodegenerativa, son algunos exponentes.

Hoy la investigación cientifica nacional tiene las debilidades de un sector con recursos muy limitados (0,4% del PBI) pero también las ventajas de contar con gente con muchos recursos intelectuales que ha sabido hacer lo mejor con poco. Esa es, precisamente, una de las virtudes que aún se les reconoce a los científicos uruguayos cuando se van al exterior. Muchos lamentablemente se quedan y no regresan. Otros lograron volver o lo están intentando.

Yo escribo desde hace años sobre esos aportes. Por eso no podría destacar uno considerando que el trabajo científico uruguayo día a día ayuda a solucionar problemas  en la ganadería y la agricultura —el corazón económico del país—, que aporta a la sobrevida de las personas, que colabora con la seguridad de los alimentos y el agua, o sencillamente suma conocimientos que podrán tener alguna utilidad hoy desconocida.

P: Imagino que no hay quien no conozca al Institut Pasteur de Montevideo. ¿Cuál es su importancia hoy en día? ¿Y qué otros centros de referencia hay en este campo en el país?

R: No te creas que todo el mundo lo conoce. Pero creo que justamente ahora sí. El Institut Pasteur de Montevideo (IP Montevideo) se creó en 2007 a impulso de varios científicos y de la voluntad política de los gobiernos de Jorge Batlle y Tabaré Vázquez. Su foco está en la biomedicina y específicamente en el concepto de “una salud”, que considera la intersección entre la salud humana, la animal y la ambiental. Más de 200 invstigadores trabajan en el instituto, muchos de los cuales son además docentes de la Universidad de la República (Udelar).

Por su vínculo con el Pasteur de París, el instituto uruguayo tiene una visión local pero también regional, y su gente comparte ese espíritu. Eso también supone que se apuesta fuertemente por el trabajo conjunto con el sistema científico nacional, que incluye a la Udelar, al Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE, con 90 años de historia), al Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y muchos otros organismos que trabajan en ciencia en el país.

P: ¿Qué movidas hay a raíz de esta catástrofe mundial del Coronavirus?

R: Sin dudas, la movida que ha acaparado la atención de la prensa de un modo pocas veces visto en Uruguay es el trabajo conjunto que están desarrollando investigadores del IP Montevideo y la Facultad de Ciencias de la Udelar. Desde hace ya varias  semanas, un grupo de científicos jóvenes se ha propuesto desarrollar un test local para diagnosticar la enfermedad, lo que supone un elemento clave en tiempos en que todos los países del mundo están comprando estos tests a empresas internacionales. Por motivos de escala y porque la epidemia llegó antes al hemisferio norte, esos test son escasos en países como Uruguay y eso lleva a que no se puedan identificar los infectados a tiempo, lo que por supuesto multiplica el contagio. Por eso, desde que se supo que este grupo de científicos desarrolló un test local, todos los medios de prensa y la atención de la población ha estado en este tema.

El test ya está desarrollado, se aplica desde esta semana para aumentar la capacidad diagnóstica nacional y se buscará transformar en un kit de fácil aplicación para llegar a todo el país, pues el Ministerio de Salud Pública decidió respaldarlo e impulsarlo. Eso requiere dinero. Por ahora se hizo con pocos miles puestos por IP Montevideo y Udelar pero se están buscando apoyos para producir a unos 60.000 kits necesarios para llegar a 1.000 tests por día durante al menos dos meses, siguiendo el modelo surcoreano que ha dado resultado para contener la epidemia.

 

 

Compartiendo esfuerzos

P: El avance científico no se logra necesariamente en forma aislada individual, de un investigador que proclama “Eureka” en su laboratorio trabajando solo. Muchas veces, quizás las más, es producto del conocimiento compartido. ¿Hay hoy en día cooperaciones concretas que valga la pena destacar entre científicos uruguayos y de otras partes del mundo?

R: Muchos de los proyectos y laboratorios del instituto se desarrollan en conjunto con las instituciones nacionales que detallé, y aunque suene publicitario, lo hacen en busca de soluciones para el país.

Además, el IP Montevideo tiene líneas de trabajo en diferentes áreas con la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil, el Institut Pasteur de París, el Institut Pasteur de Shanghai, y vinculos cercanos con instituciones argentinas.

A nivel local, por ejemplo, un proyecto entre el IP Montevideo y el INIA que también tiene gran interés regional busca erradicar el llamado gusano barrenador del ganado, que provoca pérdidas de más de 100 millones por año al sector ganadero solo en Uruguay. Otro trabajo en coordinación con centros de 10 países de la región busca caracterizar genéticamente la microbiota (las comunidades de bacterias del organismo) en la población latinoamericana. Ante el entendido de que las bacterias que viven en nosotros tienen un rol importante en nuestra salud, se quiere conocer si la población latinoamericana tiene algún patrón común.

P: ¿Cuál es el apoyo del Estado a este campo?

R: Al menos en los últimos 20 años el apoyo ha intentado crecer. Muchos gobiernos han anunciado que la inversión en Ciencia y Tecnología crecería, pero lo cierto es que el escaso 0,4% del PIB se ha mantenido. Sí han surgido en la última década herramientas de apoyo, como la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) y el Sistema Nacional de Investigadores, pero por lo demás no ha habido incremento de financiación.

 

La oportunidad de progreso a partir de la crisis

P: Una situación como la actual, que cobra vidas por cierto y también causa un desastre económico, no puede ser vista nunca en términos positivos. ¿Pero es también una oportunidad-no sé si el término es apropiado, lo digo con cautela-para impulsar o renovar una búsqueda de remedios y tecnología al servicio de la medicina, que termine ayudando a la humanidad?

R: Podría decir que esta situación dramática mostró como nunca antes la utilidad real y concreta de la ciencia, el valor de hacer ciencia nacional (no solo comprar desarrollos externos), la importancia de tener científicos de primer nivel en el país que pongan todo su talento en problemas nuestros.

Lo mismo pasa a nivel mundial, pues cada vez más la humanidad parece confiar en el aporte de la ciencia.

P: ¿Te animás a vaticinar desde ahora que el Coronavirus será derrotado por la ciencia y la tecnología al servicio de la humanidad?

R: El coronavirus sin dudas será derrotado, porque el ser humano es resilinente y porque el nivel de desarrollo actual de la ciencia es su mejor herramienta. De esta situación la humanidad podrá salir más o menos golpeada, pero saldrá, y quedará mucho conocimiento para enfrentar otras que seguro vendrán.

Creo —o quiero creer— que además del conocimiento específico para combatir este virus y otros, también se aprenderá que hay que actuar sobre situaciones que provocan estos episodios. Por ejemplo, creo que China deberá actuar sobre algo tan cultural como los mercados de animales vivos, que son caldo de cultivo para que los virus animales “salten de especie” e infecten humanos, como ha sido el caso del coronavirus.

Y la ciencia, con los defectos propios de una actividad humana, sin dudas estará a la altura de otros desafíos, y sería un buen momento para que los gobiernos del mundo apuesten por su desarrollo.

Israel y la ciencia

P: Sabemos que Israel, desde donde yo te estoy enviando estas preguntas, es un centro neurálgico de investigación científica y de desarrollo tecnológico también en servicio de la ciencia. ¿Cómo lo ves desde Uruguay? ¿Has tenido algún contacto con Israel por este tema?

R: Israel es un país al que muchos científicos uruguayos miran o en el que quieren reflejarse, sobre todo por su capacidad de innovación. Sin embargo, no conozco proyectos científicos en conjunto con centros de Israel. 

En 2001 tuve la suerte de ser invitada por el gobierno de Israel junto a periodistas científicos de América Latina a conocer varios centros científicos, y quedé maravillada. Ojalá se potencie la cooperación científica con Uruguay.

Ese fue mi primer viaje a Israel, y también fue una experiencia personal muy rica, porque mi abuela aún vivía y como a ella le interesaba mucho la experiencia que yo estaba viviendo, había mucho para compartir.

 

Raíces e identidad

P: ¿Cómo es tu vínculo con la colectividad judía uruguaya?

R: Mi abuela Ruth Nordon, y mi abuelo Rodolfo Hirschfeld, ambos llegados desde Alemania a Uruguay a causa de la II Guerra Mundial, fueron dos personas muy activas en la comunidad.

Mi abuelo fue uno de los fundadores y presidente del Comité Central Israelita con el que se vinculó por 40 años. Tuvo además un papel destacado en la instalación de la comunidad judeoalemana en Uruguay. Mi abuela, en tanto, en los años 50 fue una de las fundadoras de la Ivriá, la primera escuela integral que enseñó hebreo e inglés a los niños judíos uruguayos.

Yo viví hasta los 19 años fuera del país y mis padres estuvieron 40 años en el exterior, por lo que mi vínculo con la comunidad judía local es limitado. No obstante, mi familia paterna está presente y el legado de mis abuelos es un gran orgullo para mí.

P: Muchas gracias por tu tiempo y por todo esto tan interesante Daniela.

R: Gracias a ti por el interés.

Ana Jerozolimski
(24 Octubre 2021 , 10:13)

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