Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

DEL MAXIMO DOLOR, A LA MEJOR RESPUESTA


Nunca es fácil escribir un editorial sobre Iom Hashoá. Esta obligada tarea, no es una  carga liviana.

Escribo estas líneas cuando en Jerusalem comienza a bajar el sol y por la ventana de mi escritorio, la ciudad parece tranquila. Y me pregunto qué vidas se estarán viviendo en varias de las casas que veo desde aquí. ¿Serán hogares que conocieron el dolor y lo llevan consigo? ¿Hogares de familias felices?  ¿Vivirá en alguna de esas casas un sobreviviviente del Holocausto, que esta semana vuelve a encender velas de recuerdo por todos aquellos que perdió décadas atrás?

Recuerdo ahora una entrevista que realicé años atrás al destacado poeta israelí  Haim Guri, lamentablemente ya fallecido. Nacido en Tel Aviv, su primer encuentro con los judíos de la diáspora fue en 1947, cuando en carácter de oficial en el Palmaj, fue enviado a Hungría a contactarse con los jóvenes judíos que habían sobrevivido la Shoá y querían llegar a Israel y sumarse a las filas de la lucha por la independencia. Allí , en uno de los viajes en territorio europeo, iba acompañado por una jovencita, sobreviviente del holocausto, huérfana como muchos de los demás. Casi no hablaba de lo que había vivido.

Guri y ella viajaban en determinado momento en un sitio incómodo, donde iban “como sardinas”, apretados, con mucho calor y mal olor.”¡Esto es un infierno!”- dijo él, aunque no había venido ni de opulencia ni de una vida de mimos en la tierra de Israel de entonces. Ella lo miró fijo, con rostro serio, y le dijo: “Guri…¿no me has dicho que eres poeta? Un poeta debe saber el significado justo de las palabras. Tú no tienes ni idea de lo que es el infierno”.

Nadie que no estuvo allí podrá captar cabalmente el significado de ese infierno. Las pilas de lentes, cabellos y zapatos que todos conocemos de haber visto personalmente o en fotografías, son sólo una mínima expresión de ello. El pozo en el que estuvo escondida dos años Noemí Bentancur y en el que casi la queman viva, era otra de sus manifestaciones. Y  el espíritu sombrío del padre de Sonia Bandrymer.Y el Libro sin título de Ana Vinocur. Y lo que vimos en una de las barracas de Auschwitz convertida en museo,  otra pila inventada por los nazis, además de los dientes de oro y las ropas que las víctimas se sacan en camino a las cámaras de gas: las prótesis de los lisiados.

En 1943, Himmler se reunió con oficiales de las SS y habló por primera vez en forma abierta del exterminio de los judíos.Se refirió a ello como a una “página gloriosa en nuestra historia”. Y agregó que “esta página no debe ser escrita porque la gente no nos comprende” y que “se debe seguir haciendo lo que hacemos, sin hablar sobre ello”.

Himmler no comprendía esa incapacidad de entender los designios de los nazis.Y una mente normal, no puede comprenderlos a ellos..

Las víctimas no volverán jamás. Su pérdida fue insustituible. Se llevaron consigo la riqueza de una dinámica vida judía en Europa. Pero no se llevaron el alma del pueblo.Eso es algo que los nazis no lograron asesinar,

Es más. A pesar del crimen, no sólo que el pueblo judío no desapareció, sino que con fuerzas renovadas, volvió a construir el hogar nacional en su tierra ancestral.

Uno de los elementos que nos resultan más simbólicos en el Día del Holocausto, es ver las delegaciones de oficiales israelíes, en representación de las Fuerzas de Defensa de Israel,  colocando ofrendas florales en los escenarios de la muerte en Polonia.Allí  va todos los años el Comandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, recorre cementerios judíos y rinde homenaje a las víctimas, también a sus antecesores , los luchadores del levantamiento del Ghetto de Varsovia, colocando una corona recordatoria en Mila 18, el bunker de Mordejai Anilevich.

Por esos lares están también numerosos jóvenes judíos llegados de Israel y de diferentes confines del mundo, con la bandera que recuerda el Talit, adornada con la Estrella de David en su corazón, recordando y aclarando “nunca más”.

Es un grito fuerte y contenido. Es un acto de presencia, de aclaración, por las dudas, por si algún demente cree que el éxito en la obra de la muerte fue total  y que lograron erradicar al pueblo judío de la faz de la tierra.

Y entre las multitudes, están todos aquellos que se cubren con la bandera de Israel. Esa es la mejor respuesta, la más fuerte, a los crímenes nazis, el que de la hecatombe, no hayan surgido llamados de venganza, sino el espíritu de reconstrucción y emprendimiento.

Por eso, junto al día de congoja y recuerdo que es Iom Hashoa, tendremos bien presente que en tan solo una semana, se celebra el Día de la Independencia de Israel, el Estado judío en el que también los sobrevivientes hallaron su lugar, mirando hacia adelante, aportando a la renovada soberanía nacional judía, tras haber vuelto del infierno.

 

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(1 de Mayo de 2019)

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