Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Nadie nace odiando. El odio se inculca.


Me resisto a creer que la mayoría de un pueblo idolatre la muerte

Siempre lo pensé. Lo he dicho en incontables oportunidades en conferencias y entrevistas, y lo he escrito repetidamente: creo que la mayor parte del pueblo palestino quiere para sus hijos lo mismo que yo para los míos. Que sean felices, que crezcan en paz, que tengan buen trabajo, se casen y formen familias plenas de amor y valores.  Lo pienso no sólo por aquellos palestinos a los que conozco personalmente, sino porque no es normal concebir siquiera lo contrario.

Pero debo reconocer que hay momentos en los que, aunque me duele, dudo. Dudo si realmente la mayoría quiere sólo eso, o quiere también la muerte de los míos.

El tema, claro está, no es el análisis numérico…si hablamos del 30,50 ó 70%. Es irrelevante. El tema es que el espíritu que domina la calle es el de la glorificación de la violencia , el odio, la presentación de los atentados como acciones heroicas. No sólo este domingo en el que el muerto en el atentado de la mañana –Gal Keidan, de 19 años- era un soldado, sino también cuando las víctimas son civiles, mujeres y niños.

Nadie nace odiando. Se aprende a odiar de acuerdo a la educación que se recibe. E indudablemente, en la sociedad palestina, algo en el espíritu general da legitimidad al odio contra Israel. Con esto no alegamos que esa sea la situación en cada hogar. No, estamos seguros que no. Sería injusta esa generalización. Pero es sin duda parte de la realidad palestina. De lo contrario no saldrían palestinos a la calle en Gaza –donde no hay ni un soldado israelí- a repartir felices dulces y caramelos a los transeúntes para festejar los atentados. Nadie sale a la calle tranquilamente a actuar como un enajenado o demente. Quienes reparten los dulces, saben que otros compartirán la celebración.

Terrible. Patético. Lamentable.

Por ellos, no solamente por nosotros.

Y no…no me digan que es por la ocupación. Claro que este tema debe ser solucionado.  Se intentó y ya mucho antes del gobierno actual-en el cual hay varios elementos opuestos totalmente a retiradas-los palestinos jamás aceptaron las propuestas presentadas para un acuerdo de paz.

Hay que intentar de nuevo, por Israel, no por los palestinos.

Pero el odio es por la existencia misma de Israel.

Lo afirmamos sin tapujos ya que seguimos diariamente los mensajes palestinos, en las redes sociales, en comunicados a la prensa y-lo peor-a su propio pueblo. Son mensajes que educan al pueblo en la negación de Israel, que les mienten sobre la historia y así los envenenan en el presente. Les dicen que hubo un Estado palestino y que los judíos se lo robaron. Que Jerusalem fue siempre su capital. Que los judíos no merecen un Estado propio porque son ajenos a su tierra. Que no tienen vínculo histórico ninguno con el lugar en el que crearon a Israel.

Y les enseñan que morir matando judíos marca el camino al paraíso. Que es digno y noble aspirar a morir así.  

No estamos adivinando ni interpretando sino contando lo que lamentablemente confirmamos todos los días.

Por eso hay odio. Por eso hoy volvieron a repartir dulces en Gaza.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(17 de Marzo de 2019)

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