Desde Israel, el testimonio de Walter Bingham, que estuvo allí.
“Me siento muy orgulloso de haber sido parte de la derrota de Hitler porque si él no hubiera sido derrotado, quién sabe dónde estaríamos hoy”.
Walter es siempre una presencia singular en numerosos de los eventos periodísticos a los que asistimos con regularidad. Es notorio que parece el mayor entre los colegas presentes, lo cual podría contrastar con su dinamismo, pero pocos saben que ya tiene 95 años, por lo cual entró al libro de records mundiales de Guiness como el director de mayor edad de un programa de radio.
Nacido en Alemania en 1924, estaba en la escuela cuando Hitler subió al poder, vivió el gradual deterioro en la situación de los judíos siendo un alumno, fue testigo de la quema de libros, se salvó de hecho del Kristallnacht y salió en el último “kindertransport” en el que cerca de 10.000 niños judíos de distintos países fueron aceptados por Inglaterra, siempre y cuando viajaran sin sus padres.
Aún recuerda la despedida de su madre , que en ese momento estaba separándose de su único hijo sin saber si lo volvería a ver, quedándose sola , ya que su esposo, el padre de Walter, ya había sido llevado por los nazis. Afortunadamente, después de la guerra, se enteró que su madre había sobrevivido y pudieron reencontrarse. El padre murió al parecer, enfermo, en el ghetto de Varsovia.
Walter sirvió cuatro años en el ejército británico y participó en el desembarque en Normandia . Estuvo en el frente como chofer de ambulancia, y por su desempeño en el operativo que significó el comienzo del fin del Tercer Reich, fue condecorado. Luego pasó a la “counter-intelligence” y en ese marco entrevistó a Ribbentrop, el Ministro de Exteriores del régimen nazi, el primero que fue colgado tras los juicios de Nuremberg.
Vivió durante 65 años en Gran Bretaña, fue actor inclusive en unas películas de Harry Potter, y hace algo más de un decenio, ya mayor, cumplió un viejo sueño y se radicó en Israel.
Por todo esto lo entrevistamos, confirmando que podríamos estar horas y horas conversando con él. La entrevista fue en efecto en dos veces, en su departamento en Jerusalem.
Hoy aquí reproducimos, por la fecha que señalamos hoy, 75 años del desembarco en Normandía de las fuerzas aliadas que luchaban contra los nazis, solamente la parte relativa a ese capítulo de su vida y a otras partes de la guerra. Hay sin duda, mucho más.
P: Usted llegó a Gran Bretaña a los 15 años y unos años después se enroló al ejército, donde luego también fue condecorado. ¿Cómo fue el proceso?
R: Me llamaron primero al ejército polaco porque había entrado con pasaporte polaco, pero yo aclaré que ahí no voy y finalmente, un día después de cumplir 20 años, entré al ejército británico. Pasé el entrenamiento y fui enviado a ser chofer de grandes camiones que tenían tanto ruedas como hélices para poder avanzar también en el agua. Era miembro de una unidad de combate . Luego me voluntaricé para manejar ambulancias. Pensé que mientras esos camiones, a los que llamábamos “patos”, serían blancos seguros de los alemanes, manejando una ambulancia estaría más protegido. Al final resultó que los “patos”pasaron bien en los canales de Holanda mientras que yo en la ambulancia estaba en la primerísima línea de fuego. Yo iba antes de la infantería.
P: Nada más ni nada menos que el desembarco en Normandía.
R: Así es. Yo no estuve en el día D mismo, que fue el 6 de junio de 1944, pero sí unos días después, ya que la lucha continuó. Yo participé en la muy conocida batalla en la colina 111. Y cabe recordar el por qué de la importancia del desembarco. Hasta entonces, nosotros estábamos en Inglaterra y la guerra era en Europa. Los alemanes se estaban llevando todo. Normandía fue el comienzo del fin , el comienzo de la derrota de Alemania. Teníamos que cruzar por agua para tener el pie puesto en el continente y así combatir a los alemanes. Normandía fue el comienzo de nuestro contra-ataque.
P: ¿Cuál fue la razón por la que lo condecoraron?
R: Por mi desempeño en la evacuación de caídos y heridos , bajo fuego. Yo iba con la infantería, muy adelante. Pero más adelante todavía había una unidad antitanque que se enfrentó a los Tiger de los alemanes que eran muy superiores. Nos llamaron que vayamos a ayudar porque estaban bajo fuego. El fuego era fuerte, caían morteros, muy difícil. Había muchos caídos. Recuerdo que vi morir al médico, o mejor dicho vi que estaba trabajando conmigo y súbitamente veo que el cuerpo está en un lado y la cabeza en otro. Segundos después un proyectil le pegó a mi ambulancia y quedo neutralizada. Me arrastré durante cientos de metros, finalmente conseguí llegar a otra ambulancia y volver para proseguir la evacuación, bajo fuego.
NIÑEZ Y JUVENTUD EN ALEMANIA
P: Vayamos al comienzo…
R: Nací en 1924 en la república de Weimar. En 1930, a los 6 años, comencé a la escuela alemana común, como todos los demás niños, aunque a pesar de haber nacido en Alemania, no me consideraban alemán porque mis padres habían venido de Polonia. En aquel entonces ya había antisemitismo, pero tres años después, cuando Hitler llegó al poder, todo empeoró.
Yo jugaba a la pelota con mis compañeros y tenía amigos no judíos. Pero cuando Hitler llegó al poder, todo cambió bastante rápido. Mis compañeros ya no me pasaban nunca la pelota en el patio. Y cuando la maestra preguntaba algo y yo levantaba la mano, jamás me daban la palabra. Si bien yo podía equivocarme, ella no podía dar chance a que el alumno judío tenga razón y conteste mejor que un no judío.
P: ¿Cómo vivió el proceso? ¿Fue algo gradual?
R: Fue empeorando gradual y rápidamente. Por ejemplo nos sentábamos en un banco, de a dos. Mi compañero de banco era un alemán no judío. El me copiaba pero a él le daban buenas notas y a mí no. Luego se dijo explícitamente que yo no podía sentarme al lado de un niño ario y que debía sentarme atrás del todo. Eso ya mostraba a los demás que yo era diferente. Y eso daba razones a otros para molestarme. Y si yo decía a la maestra que fulanito me había hecho tal y tal cosa, y ella no hacía nada, eso incentivaba a los demás a molestarme más todavía.
P: O sea que los niños mismos cambiaron sus actitudes…
R: Por supuesto. Yo vivía lo que hoy claramente se llamaría “bullying”, pero a un nivel extremo. Mis compañeros estaban conmigo en la clase y de noche iban a las Juventudes Hitlerianas, que también tenían una sección infantil, no era sólo para ya mayorcitos. Cada organización paramilitar tenía su daga. Y la inscripción grabada en la daga era “Sangre y honor”. El mensaje era que cuanto más sangre derramaran con esa daga, mayor sería su honor. Y en la escuela aprendía una canción que decía “cuando sangre judía salpica del cuchillo, todo va mucho mejor”. De noche cantaban eso y al otro día estaban de nuevo conmigo en la escuela. Así que imagínate lo que yo viví. Recuerdo duras escenas en la escuela cuando me perseguían y hostigaban.
Y después llegó un momento en que dijeron “los judíos, fuera de nuestra escuela”. Todos los judíos fueron expulsados de las escuelas y secundarios, desde el maestro más simple hasta el catedrático de más alto nivel.
P: ¿Cuándo entendieron ustedes que no tenían futuro en Alemania, que ya no podrán vivir allí?
R: Lo entendimos de inmediato. El problema era que uno podía salir, pero nadie nos quería recibir. Para entrar a Estados Unidos o Gran Bretaña uno tenía que viajar con mucho dinero, para garantizar que no se convirtiera en una carga para el sistema.
Yo fui siempre a un movimiento juvenil sionista religioso. En 1936 quería viajar a Palestina pero los ingleses no dieron permiso. Había ido inclusive a un curso de adiestramiento agrícola cerca de Hamburgo por unas semanas.
P: Aún con todo lo difícil de lo que estaban viviendo, en aquel momento aún no podían concebir a qué conduciría todo eso ¿verdad? Nadie podía imaginar en ese momento el Holocausto.
R: Es cierto. En ese momento lo que los nazis querían era deshacerse de los judíos. Aún no era el exterminio. Pero la vida era muy difícil. Llegaron las leyes raciales de Nuremberg que prohibían todo contacto con los judíos. No podíamos ir a lugares públicos. En los cafés había carteles en los que decía “no se admite judíos”, escrito por cierto en alemán pero de modo que parecían letras hebreas. O llegabas a una ciudad y te decía “los ómnibus están libres de judíos”, como anunciando “ahora puedes viajar tranquilamente”.
P: Quizás suene simplista preguntarlo pero ¿hubo algún momento en especial que le quedó grabado?
R: Yo vi la quema de libros ya en 1933, cuando tenía 9 años. Entendí que era contra los judíos, todos los libros de judíos o sobre judíos, fueron quemados. A esa edad, aunque uno tiene que madurar muy rápido, no se capta todo. Pero tenía claro que siendo judío, tengo que andar con cuidado. Fue muy fuerte ver con qué alegría los alemanes lanzaban su propia cultura al fuego. Heine. Thomas Mann, todos los grandes pensadores y autores judíos.
P: Es muy fuerte lo que acaba de decir....quemaron su propia cultura.
R: Indudablemente. Pero con todo lo terrible de lo que ya estaba pasando, en ese momento no podíamos pensar que querrían matarnos a todos. En ese momento todavía querían sólo deshacerse de los judíos.
LA NUEVA ETAPA
P: ¿En ningún momento pensó “si no me voy, me matan”?
R: Después de Kristallnacht sí, ya estaba claro.
P: Noviembre de 1938.
R: Así es. Pero todo se fue deteriorando ya antes. En marzo de ese año fue el Anschluss, cuando los nazis marcharon sobre Austria. Muy poco después Polonia promulgó una ley de desnacionalización determinando que todo polaco que haya estado fuera del país por lo menos cinco años, necesita un sello especial en el pasaporte para volver. Cuando los judíos fueron al consulado polaco en Alemania, los rechazaron, por lo cual se convirtieron en carentes de Estado. En octubre del 38 empezaron a arrestar a todos los judíos polacos, entre ellos a mi padre, al que nunca más volví a ver.
P: ¿Supo de su destino?
R: Sé que fue enviado al ghetto de Varsovia y que allí murió de alguna enfermedad, creo que en 1941 aproximadamente. Alcancé a escribirme con él cuando estaba en el ghetto.
P: ¿Qué recuerda de esas cartas?
R: Escribían en códigos y había que entenderlo. Por ejemplo “el Sr. Cohen se fue de vacaciones” y uno tenía que entender que eso significaba que había muerto. A veces pedía paquetes de comida, no todos los recibía. La última carta que le mandé volvió con el sello “servicio suspendido”. La guerra ya había estallado. Sé que mi padre murió por alguna enfermedad en 1941. En realidad yo no lo había visto desde antes de su detención, ya que mis padres me mandaron a estudiar a un pueblo a unos 60 kms del mío, donde había un orfanato judío junto a una sinagoga . Y cuando se llevaron a mi padre, mi madre me avisó que no vuelva, porque me estaban buscando también a mí.
P: Antes mencionó Kristallnacht...la noche de los Cristales Rotos, como punto de inflexión.
R: Sí, y le diré que hubo allí un punto de contacto con la detención de mi padre.
Mi padre fue enviado con otros miles de judíos polacos a la frontera y los alemanes querían imponer a Polonia que los reciba, lo cual Polonia no quería. Finalmente no tuvieron más remedio y los judíos entraron. En la frontera estuvieron varios días en muy malas condiciones. Entre todos esos judíos había también una familia de Hannover, cuyo hijo de 17 años vivía en París. Ese joven, al enterarse de lo que habían vivido sus padres, se compró un arma, entró a la embajada alemana en París, pidió ver al embajador, y como eso no se logra con tanta facilidad, vio al primer secretario Ernst von Rath.
P: ¡Entonces ese joven era Herschel Grynszspan! El que mató a Von Rath.
R: Así es. El mató al diplomático alemán, miembro del partido nazi, un caso muy conocido. Eso sirvió de excusa para que los nazis pongan en funcionamiento el plan del Kristallnacht que ya estaba bien preparado hacía tiempo. Era obvio porque rápidamente , en muchos sitios a la vez, empezaron a quemar sinagogas y a atacar negocios de judíos. Las cartas con las instrucciones ya estaban listas. No hay ninguna duda de que estaba preparado. Recuerdo claramente las llamaradas.
Después de Kristallnacht volví a comunicarme con mi madre y dije que quiero volver y ella me dijo que sí, que vaya . Pero no me quedé mucho tiempo.
LA SALVACIÓN
P: ¿La próxima etapa fue el kindertransport a Gran Bretaña?
R: Así es. Hubo contactos a través de la comunidad judía británica y aceptaron recibir 10 mil niños, con la condición de que no vayan acompañados.
P: Sin subestimar lo bueno de salvar a los niños, me provoca ira esa condición...Pero sigamos...
R: Alguien en mi pueblo actuó de Dios y eligió a los que irían. ¿Por qué yo y no mis primos?, es una de las cosas que hoy sé preguntar. Sin compañía pues, así que los padres acompañaron a sus hijos al tren.
P: Pensando que quizás nunca más los verían...
R: Claro.... Ya era evidente que estallaría la guerra. Yo logré salir tan solo un mes antes del comienzo de la guerra. Cuando mi madre me llevó al tren, siendo yo su único hijo, sabiendo que pronto estallaría la guerra y que mi padre ya no estaba, lo único que sabía era que iba a Gran Bretaña con otro grupo de chicos religiosos...y nada más. No podía saber qué pasaría conmigo. Yo saludé por la ventana, ella saludaba a la distancia y no puedo ni imaginar lo que sentía.
P: Qué difícil el solo imaginarlo...
R: Para nosotros, niños, jovencitos, había allí cierta sensación de aventura .Estábamos viajando en camino a otro país, era la primera vez que íbamos en tren, nos habían dado un trozo de chocolate, un sandwich..Pero recuerdo que entendía lo que estaba pasando. Mi esperanza era volver a ver a mi madre porque ella había presentado un pedido para trabajar como doméstica en Gran Bretaña. Una señora llamada Guggenheim aceptó recibirla. Pero antes de que los papeles estén prontos, estalló la guerra.
SOBREVIVENCIA Y REENCUENTRO
P: Salto al futuro, lo que en ese momento era el futuro: ¿se volvieron a ver?
R: Sí , afortunadamente mi madre sobrevivió la Shoá . Ella estuvo evidentemente en campos de concentración pero logró sobrevivir. Yo soy uno de los muy pocos niños de aquel kindertransport que volvió a ver a uno de sus padres. Volví a ver a mi madre en 1946. En aquel momento yo estaba trabajando en Hamburgo en la British CounterIntelligence. Nos encontramos a través de contactos con la Cruz Roja. Ella fue uno de los judíos salvados por el Conde Folke Bernadotte que dos semanas antes del fin de la guerra llegó a un acuerdo con Himmler para pasar judíos a Suecia en ómnibus blancos. Uno de esos ómnibus está hoy en Yad Vashem. Ella tuvo la suerte de ser incluida en el grupo después de haber pasado gran sufrimiento. Fue transferida de Dinamarca a Suecia.
Yo tenía un amigo en el ejército que tenía un hermano en Dinamarca . Ese hermano coordinó que mi madre sea llevada a la frontera para encontrarse conmigo. Yo recibí unos días libres y fui a la frontera.No había visto a mi madre seis años. Tenía 15 años cuando ella me acompañó al tren. Y aquí venía ya siendo un muchacho grande y hasta con uniforme del ejército británico.
Luego mi madre fue trasladada a un campamento de desplazados, de los judíos sobrevivientes , en Suecia. Yo recibí cuatro semanas libres del ejército para poder ir allí con mi madre, y viví allí con ella ese tiempo.
P: Imagino que a pesar de la felicidad de saberla viva, no habrá sido fácil vivir ese reencuentro sabiendo lo que pasó...
R: Claro que no. Recuerdo algo que me impactó el primer día, cuando nos sentamos al desayuno. Al terminar ella me insistió que me lleve un trozo de pan con manteca y mermelada que había quedado. Le dije que no era necesario porque unas horas después tendríamos nuevamente una comida. Me insistió tanto que no tuve más remedio que llevarlo. Y ahí me di cuenta de la mentalidad que había desarrollado. Junto a la ventana de su habitación había una cantidad de vasijas y dentro de cada una, restos viejos de comida que ella iba guardando. Así entendí lo que había vivido.
SOBREVIVIENTE ORGULLOSO
P: Pensando en todo lo que vivió ¿se siente privilegiado de haber vivido esa historia?
R: Me siento muy orgulloso de haber sido parte de la derrota de Hitler porque si él no hubiera sido derrotado, quién sabe dónde estaríamos hoy. Me han clasificado como un sobreviviente, porque estuve en Kristallnacht, pero a mi modo de ver, todo judío es un sobreviviente, ya que si Hitler no hubiese sido derrotado, él habría seguido avanzando más y más. Así que claro que estoy feliz por ello.
Lo que me molesta hoy es que tuve la oportunidad de luchar aquí en Israel en la guerra de independencia, pero no lo hice. Lo que sucedió fue que al volver del ejército ,tras mi liberación en diciembre de 1947, un sheliaj de Israel llegó a mí, no sé cómo me encontró y me dijo “eres un soldado experiente, ven conmigo, la guerra comenzará, lo sabemos”. Yo dije que ya había estado ya en una guerra muy dura, que no puedo ir. Si hubiera ido, podría haber sido uno de los 6 mil que cayeron. Pero hoy, sabiendo que estoy vivo, siento que habría querido ser parte de la creación del Estado judío. El no haberlo hecho, en cierta medida , lo lamento.
P: ¿Recuerda cuáles eran sus sueños en aquellos años?
R: Mi sueño en la guerra era ayudar a derrotar a Hitler y encontrar a mi familia. Eramos 10 mil judíos alemanes que luchamos en el ejército británico y nuestra motivación era mucho más fuerte que la del soldado común y corriente porque gente como nosotros no había ido al ejército porque debía sino porque quería pelear contra los nazis. No nos habíamos enrolado para luchar por nuestro país, ya que no teníamos país.
P: Walter, hasta los 120 falta mucho...
R: ¿Por qué sólo 120? Mi genética puede dar para más.
P: Que así sea, con salud. Cuando llegue su día, dentro de mucho tiempo, ¿cómo quisiera que lo recuerden?
R: Nunca me lo han preguntado... Dado que he tenido el privilegio de vivir mucho, espero que por mi trabajo periodístico. Y por haber criado una familia judía. Pero más que nada, como un buen judío que luchó por la supervivencia del pueblo judío.
P: Muchas gracias Walter. Nos seguiremos encontrando en coberturas periodísticas. Le estoy agradecida por estas varias horas de apasionante relato.
R: Gracias a ti por tu interés.