El desafío no es ser el partido mayoritario, sino poder formar coalición
“El poder está en peligro”, afirmó este viernes el Primer Ministro Biniamin Netanyahu al salir de su residencia oficial en Jerusalem a saludar a sus simpatizantes. “Estamos a punto de ganar”, declaró por su parte Beni Gantz, jefe del partido “Kajol Lavan” , al llegar a saludar a la gente que hacía sus compras o tomaba café en el cruce Bilu, un gran centro comercial cerca de la ciudad de Rejovot. “No hay que dejarse estar ni descansarse en las encuestas. Hay que salir a votar”.
Cada uno aprovechó el último viernes de la campaña, cuando ya no se puede publicar sondeos , de acuerdo a las limitaciones determinadas por la Comisión Electoral Central.
Los medios israelíes siguen con detallada atención todas las encuestas publicadas. Aunque Netanyahu habló de una diferencia de 4 ó 5 escaños a favor de Gantz, también hay sondeos que le dan al Likud la primacía, aunque desde hace ya semanas, siempre se trata de un punto para arriba o para abajo, a veces a favor de uno y otra a favor de su adversario.
LA PROBLEMÁTICA DE LAS ENCUESTAS
Pero los sondeos, aunque claro que influyen, no son lo central.
Ante todo, porque son sólo eso, sondeos. No es la verdad sagrada emanada de la urna en la que el ciudadano depositó su voto.
Todo israelí recuerda lo sucedido en las elecciones de 1996. “Nos acostamos con Shimon Peres y nos levantamos con Netanyahu”, decían todos. En base a boca de urna y a los primeros conteos, Peres era el ganador. Los resultados verdaderos arrojaron otro resultado, y aquel fue el primer gobierno de Netanyahu.
A pesar de eso, los sondeos siguen siendo percibidos como algo clave por la ciudadanía israelí. A tal punto que circuló una información (no confirmada oficialmente por nadie del partido de Gantz) según la cual se presionaba a Yair Lapid (número dos en la lista de Gantz) a renunciar a la rotación pactada por ambos en el cargo de Primer Ministro –si ganan- porque según los sondeos eso agregaría al partido 3 escaños.
Conversamos este jueves con Abraham Diskin, Profesor Emérito de Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalem, para comprender entretelones. Nadie mejor que él para eso. “Hola Jana….a ver en qué te puedo ayudar esta vez, aunque ya hemos hablado tanto y hay mucho que no se sabe aún…”, nos dijo Abraham al atender, ya antes de oírnos la voz, reconociendo nuestro número en su pantalla. Fue mi profesor de Ciencias Políticas hace casi 40 años y siempre lo tuvimos presente con cariño. Es una de esas enciclopedias ambulantes que explica las cosas en forma didáctica, interesante y siempre con algún comentario agregado, de esos que no son para publicar.
“En estas elecciones más que nunca, los sondeos lejos están de anunciar necesariamente la verdad. Todo, absolutamente todo, puede cambiar, porque son varios los partidos que se tambalean y que pueden no llegar a entrar siquiera a la Kneset, lo cual influiría en todo el resto”, comienza diciendo.
En hebreo el término clave aquí es “ajuz hajasimá”, que traducido al español literalmente sería “porcentaje de bloqueo”. En palabras normales, es el mínimo de votos requerido para tener un escaño en el Parlamento. En el 2014, este porcentaje fue aumentado al 3.25% de todos los votos, pero la traducción de dicha tasa en cantidad de votos, depende de la participación en las elecciones por lo cual hay mucho aún en duda.
En estas elecciones hay varios partidos en duda: Guesher de Orly Levy –Abekasis, Kulanu del Ministro de Finanzas Moshe Kahlon (ex Likud) y hasta Israel Beiteinu del hasta hace poco Ministro de Defensa Avigdor Liberman, por mencionar sólo a los más destacados. “Son varios los partidos en duda y eso influye sobremanera sobre el sistema”, afirma Diskin. “No podemos para nada dar todo por terminado. El que sean tantos los partidos en duda, hace que todo esto parezca un sorteo”.
Aún así, Diskin analiza las encuestas y su análisis es que “veo más votos que pasan de la derecha a la izquierda que en el sentido contrario”.
EL PRINCIPAL DESAFÍO ES FORMAR COALICIÓN
Lo central es aclarar que independientemente de lo certero o equivocado de las predicciones de los sondeos , lo más importante no es qué partido es el mas grande, sino qué bloque es el mayoritario.
Expliquemos.
Si el partido de Gantz es el que obtiene mayor cantidad de escaños, inclusive varios más que el Likud de Netanyahu, pero el bloque compuesto por los partidos que se aliarían sólo con el Likud alcanza más escaños que el bloque que prefiere a Gantz como Primer Ministro, eso sería lo determinante. Pero no se trata de una evaluación caprichosa, sino de algo determinado por la ley.
En el sistema parlamentario israelí, después de las elecciones, cada partido electo envía una delegación a Beit HaNasí, a la residencia presidencial, y en la cita con el Presidente del Estado-en este caso Reuven Rivlin- recomienda a quién quiere que se encargue la formación del gobierno. En principio, se puede recomendar a cualquier diputado, pero evidentemente, se recomienda a su favorito entre aquellos que se habían postulado como candidatos a Primer Ministro.
Es una cuestión aritmética sencilla. Si al Presidente le recomiendan 61 diputados (o sea partidos que tienen esa cantidad de escaños) que sea Netanyahu el Primer Ministro, Rivlin tiene que encargarle a él que forme coalición, inclusive si el partido de Gantz tenía más votos que el Likud. No es teoría: ya pasó en las elecciones de febrero del 2009. La entonces jefa de Kadima Tzipi Livni obtuvo más escaños que el Likud: 28 frente a 27. Pero salvo Kadima, ningún otro partido recomendó al Presidente que encargue a Livni la formación del nuevo gobierno, por lo cual la misión le fue encomendada a Netanyahu, que lo logró.
Más allá de esta aclaración clave derivada del sistema político israelí, en estas elecciones, en opinión del Profesor Abraham Diskin, hay un desafío especial.
“Yo creo que desde 1961, esta vez será la que más difícil resulte formar coalición”, nos dijo. “Y me refiero, sea cual sea el resultado”.
Si gana Netanyahu y busca formar coalición con sus aliados más naturales, el bloque de derecha “tendrá que lidiar con clientes muy problemáticos”, opina Diskin. Cuestión de estilo, de personalidad. Menciona a Smotrich, el número 2 en la “Unión de los Partidos de Derecha” que “no es Bennett”, dice Diskin, en referencia al ministro de Educación Naftali Bennett, que en las elecciones pasadas era el socio central a la derecha del Likud . Esta vez, hay otro socio de posiciones más nacionalistas y conservadoras y con una personalidad con la que será difícil lidiar.
“Además, aunque en otro partido Bennett se está subiendo a árboles muy altos”, comenta Diskin en referencia a la insistencia de Bennett que sea nombrado Ministro de Defensa. Está también Moshe Feiglin-sí, el de la legalización de la marihuana-que viene claramente de la derecha y en la época de los acuerdos de Oslo bloqueaba carreteras en todo Israel para protestar pero ahora recalca que “no estoy en el bolsillo de nadie”.
Y del otro lado, si encomiendan a Gantz formar gobierno “precisa necesariamente diputados desertores de la derecha que se pasen a su lado, porque no querrá tener mayoría para su gobierno basándose en los partidos árabes”, aclara Diskin en referencia a otro de los grandes temas del sistema político israelí, que aclararemos en una nota separada.
“Los socios son más importantes que la cabeza”, asegura Diskin, recordando que “en 1992, salió electo en el laborismo Itzjak Rabin como Primer Ministro, del ala más de derecha dentro del partido, pero terminó firmando los acuerdos de Oslo”.
La conclusión de Abraham Diskin es tajante, pragmática y lógica: “la coalición ideal sería entre Likud de Netanyahu y Kajol Lavan de Gantz. Pero la polarización en la campaña ha sido tan grande, que se necesitaría una memoria muy corta de parte de ambos, para poder cooperar”.