Hadil Mezal trabaja en el Centro Médico de la Galilea en Naharia
Cuando le dijeron a Hadil Mezal que la habían elegido para encender una vela en el acto oficial de cierre del Día Recordatorio del Holocausto, Iom HaShoa, no pudo contener su emoción. Y no sólo por lo sensible y alegre que estaba ese día, al confirmarse que se acababa de recuperar del Coronavirus. Para esta enfermera israelí, beduina y musulmana, la Shoa nunca fue un tema lejano, aunque parezca extraño.
Hoy, a los 33 años, casada con Mahmud y madre de Yazam (9), Adam (7) y de Imri (4), aún recuerda al “abuelo Itzjak”, un sobreviviente de la Shoá que era vecino de la familia cuando sus padres decidieron mudarse de su aldea Arab el-Aramshe en el norte, a la ciudad de Ramle, para estudiar en el centro de Israel.
Pero mejor que lo cuente Hadil, con quien conversamos poco rato después de su participación en el acto, cuando aún le embargaba una profunda emoción.
Cabe señalar que se trató del acto oficial de cierre de las conmemoraciones de Iom HaShoa en Israel. El acto de apertura es siempre en Yad Vashem, mientras que el de cierre, en el cual participó Hadil, es en el kibutz Lojamei HaGuetaot, en el norte del país, fundado precisamente por sobrevivientes de la Shoá. El nombre del kibutz significa “Los combatientes de los ghettos”.
Este es el testimonio de Hadil.
P: ¿Cómo has vivido estos momentos Hadil? El acto terminó, pero apuesto a que sigues emocionada.
R: Sin ninguna duda. Para mí estoy fue un gran honor. Me temblaron las manos al prender la vela. Te cuento que la vela que yo prendí era en nombre de los Jasidei Umot Haolam, los Justos entre las Naciones.
P: Muy simbólico, los no judíos que arriesgaron sus vidas para salvar judíos de los nazis.
R: Así es. Y la verdad es que yo me siento vinculada a ellos de alguna forma. Salvando las distancias, yo me enfermé de Coronavirus, me imagino que contagiada de algún paciente, y eso me hizo pensar en el hecho que ellos arriesgaban sus vidas para salvar a otros, gente extraña, que eran perseguidos y estaban en peligro. Creo que siempre trabajé con espíritu de compasión, sensibilidad y paciencia ante otros, pero nunca sentí que mi vida peligra. Evidentemente, estamos hablando de condiciones totalmente distintas de las que vivió esa gente en la Shoa. No estoy comparando ,sino haciendo asociaciones. Me vino a la cabeza el tema de la dedicación de aquella gente, que eran héroes.
P: ¿Habías tenido alguna vez oportunidad de estar en contacto con sobrevivientes de la Shoa? La dimensión personal siempre agrega otro valor a lo que uno puede entender.
R: Sí, sin duda. Siempre sentí un vínculo especial con los sobrevivientes. Es que cuando viví, de chica, en Ramle, teníamos vecinos que eran sobrevivientes de la Shoa. Uno de ellos, el abuelo Itzjak, que de hecho sentíamos que nos adoptó y ayudó a mis padres a criarnos, había estado en Auschwitz. Cuando yo era niña, él me contaba sobre los niños que se tenían que esconder en pozos para salvarse. Yo lo escuchaba y sus historias me parecían salidas de una leyenda. Me imaginaba a niños héroes y luchadores. Cuando crecí, entendí cuánto heroísmo en serio había allí.
P: Y tú, que no eres judía, sentiste lo singular de esas historias. Es algo que va más allá la identidad personal de cada uno ¿verdad?
R: Por supuesto. Es parte inseparable de mi condición humana, no importa la religión ni la nacionalidad. Todos deben saber qué pasó en la Shoá y no olvidar jamás. Es que algo así no puede repetirse.
P: ¿Has atendido a sobrevivientes de la Shoá en tu trabajo como enfermera?
R: Me imagino que sí, pero no es que lo sé a ciencia cierta. Te cuento que mi padre, que también es enfermero en un centro de salud mental, trabaja en el departamento de sobrevivientes de la Shoá, así que para él el tema es muy cercano. En toda mi familia hay una profunda conciencia sobre el tema. Esto no empezó ahora para mí.
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P: Esto va de la mano, en gran medida, de tu encare sobre la vida en Israel. ¿Cómo ha sido tu historia?
R: Yo nací en Arab el-Aramshe, una aldea beduina en la Galilea. Cuando mis padres eran jóvenes se mudaron a la ciudad para estudiar en la academia, pero ya no volvieron. De todos modos sigo vinculada, claro que tengo familia en la aldea. Pero además, he cerrado el círculo ya que mi esposo es de allí. Hoy en día vivo en el Kibutz Eilon con mi familia. Es un lugar excelente para la educación de los niños.
P: Una familia beduina en un kibutz…muy original. ¿Cómo lo vives?
R: Excelente. Nos abrazaron, nos adoptaron, nos hacen sentir muy parte. Mi esposo trabajó allí muchos años como enfermero. Y mi abuelo materno también había trabajado allí en temas de construcción y mantenimiento.
P: ¿Tu esposo también es enfermero? Y ya comentaste que también tu papá…así que es algo familiar.
R: Y también mi hermana, que trabaja en el hospital Tel Hashomer. Y tengo varias primas enfermeras.
P: Tú eres enfermera, seguramente, porque amas tu profesión. ¿Sientes que tiene un valor agregado el que seas miembro de la comunidad beduina, musulmana?
R: Sí, por supuesto. Siento que puedo ser un puente entre las dos culturas, entre los pueblos. Y esta es una prueba de lo especial de la sociedad israelí. Yay aquí un sentimiento de mutua solidaridad, uno se preocupa por el otro. Y así mostramos que somos parte.
P: ¿Crees que la mayoría piensa como tú?
R: No tengo dudas. La mayoría quiere vivir juntos. Y se puede, es muy sencillo. Somos la prueba de ello. En los medios se habla de racismo, de problemas, de conflictos y lo traen a colación por todos lados. Hay casos de extremismo, como en todos lados, pero no está bien introducir eso en la vida de la gente común que quiere vivir en paz. Esa no es la realidad. Es un hecho que vivimos juntos y que esto funciona. Yo soy la prueba de ello. Y hay muchos como yo de todos lados.
P: Esto me lleva a volver al tema inicial. ¿Qué reacciones tuviste a tu elección para encender la vela en el acto de cierre de Iom HaShoa?
R: Recibí muchas llamadas de la aldea, no estoy desconectada, allí tengo familiares. Y te diré que Arab el-Aramshe es una aldea orgullosa de su israelismo y del servicio en pro del país. Esto tuvo repercusiones muy positivas. Todos me dijeron que estaban muy orgullosos de que haya puesto a la comunidad en los titulares con algo tan positivo. Claro que hay también gente que reacciona distinto, como en todo. Pero no son los que determinan la situación.
P: La vida juntos la ves seguramente siempre, en el Centro Médico Galilea en Naharia, el hospital en el que trabajas.
R: Por supuesto. Es algo muy especial trabajar allí. Tenemos todas las religiones, todas las comunidades. Judíos, drusos, musulmanes, cristianos, hay de todo, israelíes nativos, inmigrantes rusos, es kibutz galuiot, un crisol de diásporas. Es como ver a todo el país en un lugar. A mí me encanta. Todos cooperamos, trabajamos juntos y cuando uno está allí, nadie pregunta quién es quién ni de dónde venimos. No se nos cataloga. Las diferencias se borran y la única meta es tratar a la gente y alegrar a los pacientes, tratar de ayudarlos lo más posible. En mi hospital se ve claramente la mutua garantía entre todos, la dedicación y el mutuo respeto.
P: Lo que cuentas es muy emocionante….y seguro que te emocionaste mucho también cuando te dijeron que te honraban con tu participación en el acto.
R: Por supuesto. No me lo esperaba en absoluto. Fue un día después de salir de la cuarentena por el Coronavirus. Ya estaba sana. Fue una sorpresa absoluta . Me emocioné, lloré y recordé mi niñez….ante todo al abuelo Itzjak.
P: ¿Quisieras agregar algún mensaje para terminar?
R: Quisiera decir a todo el mundo que estamos librando una guerra contra el virus y que para impedir o frenar su propagación, todos tienen que cuidarse y cumplir las reglas a fin de minimizar la cantidad de pérdidas. Vendrán días de paz, para todos.
P: Que así sea. Gracias Hadil.
R: A ti.