Con Janan (Pocho) y Raquelita Braude del kibutz Mefalsim. Vida y entereza bajo amenazas.
Al señalarse cinco años de la última-por ahora- guerra entre Israel y Hamas, tras la cual ha habido por cierto varias escaladas y numerosísimos cohetes sobre la ciudadanía israelí , recuperamos testimonios grabados en distintos momentos en relación a la vida bajo la amenaza de los terroristas del otro lado de la frontera.
No son de estos días, pero nos parece que son documentos que vale la pena guardar en la memoria de este portal. En primer términos, porque no han perdido ninguna validez, y además, porque son un homenaje a quienes están decididos a seguir adelante también ante la adversidad.
Así se construyó y sigue construyendo el Estado de Israel.
Hemos ido a lo de los Braude en más de una ocasión. Compartimos aquí una combinación de lo recabado gracias a su hospitalidad.
Al final de esta nota escrita, está la primera entrevista que hicimos a ambos, durante un alto el fuego, filmada.
“Pocho” y Raquelita llegaron a Israel hace más de 60 años, en Israel nacieron sus dos hijos y nueve nietos.
“Todos nacieron en esta situación, no conocen otra cosa, vivir bajo alarmas y cohetes”, comentan en su casa en Mefalsim, mientras cada tanto pasa alguno de sus nietos.
Roni, de 11 años, una de ella, abraza a su abuela con dulzura. Su mamá es la hija de los Braude.
“Yo estoy bien..hay una montañita que separa Mefalsim de Gaza y eso nos ayuda”, explica Roni, en lo que intuimos es una explicación que le habrán dado los mayores para tranquilizarla, y que afortunadamente funcionó. “Pero se oye mucho ruido..y la verdad es que me pongo nerviosa cuando oigo la alarma. Es que pienso que si no llego a tiempo al refugio, puede caer encima, en la casa, aunque no es que vivo pensando que me voy a morir…”.
Preguntamos si cree que es normal vivir así…Roni responde que “esta es nuestra normalidad”.
Y ante la pregunta sobre los niños de Gaza, si piensa en cómo ellos pasan la guerra, responde que “pienso que nosotros y los niños de gaza sentimos lo mismo, que no nos gusta esta situación”. Se detiene un segundo y agrega: “Yo no quiero que esto le pase a nadie, tampoco a quien no nos apoya”.
Sabiendo que quizás es injusto,pedimos a Roni que analice si en su opinión esto terminará algún día y llegará la paz.Ella, con expresión seria, es clara: “Creo que no”.
La abuela, Raquelita, lamenta que “mis nietos conocen sólo esta situación”. Y a Pocho se le corta la voz y le salen las lágrimas cuando describe la rapidez con que sus nietos corren al refugio apenas oyen la alarma.
Raquelita cuenta de palestinos que trabajaban años atrás en Mefalsim, con los que se mantienen cada tanto en contacto, y por los que está preocupada.”Ellos me llaman a mí y me preguntan cómo estoy. Conocen a mis hijos, a mis nietos, a todos los javerim acá. Pero no pueden hablar mucho, por la censura”.
Preguntamos cómo maniobrar entre el sufrimiento que se siente del lado israelí y la conciencia del que hay del otro lado, muy grande por cierto, cuando ellos, por los que conocen personalmente,pueden darle rostro y nombre, dimensión humana y no de números.
“La guerra es un poco cuestión de política y yo no soy política, soy una persona..y mis amigos de Gaza, también son personas. No están metidos en nada. Quieren vivir y criar a sus familias, como nosotros. El problema son los guerrilleros que están allá..si pudieron hacer tantos túneles bajo tierra..gastaron la plata del país…Acá nuestro gobierno no gasta la plata en estas cosas sino que nos cuida..Ellos ponen a las criaturas enfrente…nosotros no…”.Suspira y agrega: “Yo no nací para guerra, nací para paz”.
Entra Uri, otro de los hermosos nietos. Hay una combinación de orgullo y alegría en la mirada que le dan los abuelos.
“Nuestra realidad es tener que estar atento a si cae un cohete o un mortero..”, dice Pocho.”Vemos con cierta normalidad que inclusive aterra que sea eso, normalidad. Ya que no cabe duda que aunque los chicos se habitúan a esta situación, tienen heridas emocionales.Eso es sabido. Sufren temores, enfermedades relacionadas con esa realidad. Tuvimos que habituarnos a esta realidad porque estamos aferrados a este lugar y no estamos dispuestos a abandonarlo.”.
También a ellos, los mayores, preguntamos si la guerra tiene fin..
“ Queremos creer que sí”, dice él. “Pero la verdad es que cada vez la realidad es más difícil y cada vez hay más dudas de cómo se puede llegar a solución del conflicto, que se pueda convivir en paz con nuestros vecinos, cada uno en su propio país..con la libertad de pensamiento y la democracia que cada uno pueda tener. Esta es nuestra esperanza, pero hoy en día no sabemos cómo lograrlo”.
Y Raquelita agrega: “Yo quiero paz, espero que podamos hacer paz, que cada uno viva en su lugar, que cada madre de allá y de acá, cuidemos a nuestros hijos y criemos a los nietos con salud, felices, que se puedan reir y sonreir y no pasar momentos nerviosos. Es lo único que pedimos-..no creo que sea demasiado”.