“No son días sencillos, pero no podemos dejarnos caer y ver sólo la mitad vacía del vaso”.
Enatmar es israelí. Miembro de la comunidad israelí oriunda de Etiopía, que hoy asciende a aproximadamente 150 mil personas, muchos de ellos nacidos ya en el Estado de Israel. Asistente social, plenamente insertada en la sociedad israelí, a la que se sumó de jovencita, cuando tenía 16 ó 17 años y llegó sola de su tierra natal, hasta que tras por lo menos 6 años toda la familia se pudo volver a juntar.
“Para nosotros, llegar aquí fue cumplir un sueño, y para eso, se soporta mucho”, nos dice Enatmar, quien recuerda bien las promesas de su abuelo, cuando ella aún era niña, diciendo que “llegará el día en que viviremos en Jerusalem”. “Mi abuelo no explicaba cómo, pero sabía que llegaríamos. Y así fue”.
Enatmar realmente vivió en Jerusalem. Estudió hebreo, luego hizo el título en Asistencia Social, completó también el Master y tiene un cargo de gran responsabilidad en el Ministerio de Educación.
Vive en Bnei Dror con su esposo Ari, abogado, que no es miembro de la comunidad etíope. El matrimonio entre ambos fue en su momento un gran tema en los medios israelíes, no sólo porque ella es de la comunidad etíope y él es blanco, sino porque Ari es hijo del ex Presidente de la Kneset, ex Ministro y diplomático Shlomo Hillel del partido laborista, una figura sumamente respetada de la vida pública israelí, hoy de 96 años.
La pareja tiene tres hijas, Ayelet (26), Noga (24) y Meital (22) en cuyos rasgos y color de piel se en cierta medida la hermosa combinación de sus padres.
Años atrás Natmar y Ari nos recibieron en su casa para una entrevista conjunta. También en aquel momento, como hoy, era un momento difícil de protestas de la comunidad israelí etíope por lo que consideraban eran prejuicios en su contra en la sociedad. Este martes a raíz de la reciente muerte de Solomon Tekkah volvimos a hablar con Enatmar. A sentir su dolor. Y al mismo tiempo, a captar la misma línea que recordábamos de nuestro primer encuentro tiempo atrás: exigir corregir lo que está mal , sin vueltas, y al mismo tiempo, no perder las proporciones. No en el sentido de minimizar lo grave de la muerte del joven miembro de la comunidad, sino de no dar a entender que todo está mal, que los israelíes etíopes son perseguidos o nada similar.
“Yo quisiera comenzar por algo más general que la comunidad”, nos dice Enatmar cuando preguntamos cómo se está sintiendo estos días ante acontecimientos tan difíciles. “Hoy, cuando se da sepultura a este joven, es un día nada sencillo pero no sólo para la comunidad sino para todo el tejido de la sociedad israelí. Si lo circunscribimos únicamente a nuestra comunidad, no estaremos tratando el tema de raíz.Hay que ver qué pasa a nivel de la sociedad”.
En opinión de Enatmar “con demasiada facilidad hay a veces un diálogo de rechazo al distinto y si uno no te gusta, sea por sus ideas o su color, con demasiada ligereza hay quienes muestras las uñas”.Y al mismo tiempo aclara que “cuando hay quienes actúan así, se está poniendo en peligro la sociedad maravillosa que tenemos”.
“Si alguien piensa en aislar al otro que es distinto, sería bueno que piense qué haría si fuera su hijo, si se trata de un amigo, de alguien cercano en lo personal. Debemos actuar con responsabilidad nacional”.
Pensando precisamente en el nivel que llama “macro”, es que sostiene que si se aíslan los problemas y se los considera sólo de una comunidad o un grupo, no se soluciona nada. Hay que ver como un todo, explica, cualquier tipo de violencia, precisamente “para poder observar ampliamente la resiliencia social que debemos tener”.
Pero más allá de esta aclaración general, está el tema concreto de la comunidad de la que es parte, que lidia en efecto con serios desafíos. “Yo tengo claro que el policía que mató a Solomon, no había salido de su casa pensando en matar a un joven etíope”, nos dice. “El tema es por qué con facilidad nos hallamos en esta situación. Esta tragedia sacó a la luz muchas heridas, pero yo creo que en medio del dolor, hay que ver también la mitad llena del vaso”.
“Esta es una comunidad maravillosa que preservó durante 2.000 años sus tradiciones, sobrevivió y logró cumplir su sueño, porque no renunció a ser parte del pueblo judío y del Estado de Israel”, dice Enatmar.”Cada uno de nosotros puede enseñar mucho en este pequeño país”. Dice esa frase y recuerda un evento en el que participó la semana pasada con la participación de numerosos miembros de la comunidad exitosos en diferentes áreas del quehacer nacional.
“Hay casos de actitudes racistas, de violencia o humillación, y demasiada ligereza de la policía para entrar en contacto incómodo con jóvenes de la comunidad, y eso debe ser atendido a nivel general. Pero también hay un gran éxito de la comunidad etíope”, comenta. Da como ejemplo que aunque son no más de 150.000 personas, hay hoy en la Kneset, Parlamento de Israel, 3 diputados miembros de la comunidad. “Yo creo que ese es un gran éxito”, comenta.
Enatmar recalca que “no hay que borrar ni esconder los problemas, pero hay que presentarlos en forma proporcional” y sostiene que “muchos miembros de la comunidad rompieron “techos”, cruzaron fronteras y resultaron exitosos en muchos ámbitos. Por su capacidad y porque el Estado y la sociedad lo hicieron posible.
Analizando la situación y el por qué del estereotipo de los israelíes etíopes como un grupo débil de la sociedad israelí, Enatmar recuerda los comienzos. “Recordemos que muchos de los judíos llegados de Etiopía vinieron del Tercer mundo, de África, a un país industrial, moderno. Y se salió adelante porque hubo una capacidad emocional e intelectual muy grande y una decisión de no dar el brazo a torcer”.
Aunque el suyo es un caso de éxito absoluto, de dos títulos universitario, un buen trabajo y una plena inserción social, tiene muy presente la dimensión del desafío. “Yo creo que para estudiar y trabajar, tuve que esforzarme tres veces más que lo que mis hijas tienen que hacer hoy, porque yo no sabía hebreo”, comenta.
Optimista, decíamos al principio. Y afirma estar convencida de que “la sociedad israelí en general, tiene mucha simpatía hacia la comunidad etíope, aunque eso no quite que haya yuyos salvajes que piensan de otra forma”.
“La comunidad etíope ha llegado a muchos cargos interesantes en diferentes lados, en ministerios, en la prensa, hay ingenieros, enfermeras, médicos, de todo. Representan el tejido completo de la sociedad israelí”, asegura. Y mientras ella lo cuenta recordamos los casos de oficiales de la policía y del ejército que son miembros de la comunidad.
Y de todos modos, tiene claro que también la comunidad tiene una responsabilidad. “Nadie te podrá hacer sentir menos, si uno no lo permite”, sostiene. “Hay que mostrar con la acción y la actitud, que no aceptamos que nos vean como uno de los sectores más débiles de la sociedad israelí”.
Y pasa a hacer una exhortación, que a su criterio, es clave: “Los medios de comunicación también tienen la responsabilidad de mostrar una imagen determinada que no oculte problemas pero que procure apuntar hacia arriba, en lugar de alegar que todo está mal.
“Yo soy optimista. Sé que se puede seguir trabajando. También la generación intermedia tiene un cargo que cumplir para garantizar que todo lo bueno siga existiendo”. Recalca que el Estado de Israel “destina sumas millonarias a la comunidad, en salud, vivienda y educación” y que eso no se puede hacer desaparecer.
Contamos a Enatmar que en 1991, cuando llegaron los aviones con los judíos etíopes en el operativo “Salomón”, nosotros estuvimos en el aeropuerto. Y que vimos a pilotos con lágrimas en los ojos. Enatmar se emociona. Preguntamos si cree que la intención no era realmente que los judíos etíopes sean parte plena de la sociedad israelí. “No, yo sé que sí. Se cometieron errores de absorción, pero no fue falta de voluntad. Recordemos que no sólo con nosotros hubo errores. Todas las olas inmigratorias pasaron por lo mismo.Respecto a cada una hay prejuicios y discriminación. Hay que combatirlo juntos”.