“Cancelé ataque planeado contra Irán, porque habría sido desproporcionado”.
El Presidente de Estados Unidos tiene desde hace mucho tiempo-probablemente más entre sus críticos que entre sus simpatizantes- la imagen de un gobernante apresurado, irritable, que no aplica suficiente criterio al tomar decisiones, no sabe realmente escuchar a sus asesores ni tiene demasiada paciencia para ellos y que actúa bastante asiduamente en base a impulsos basados más en pasiones que en análisis racionales.
Evidentemente, esto no es ciencia exacta ni tampoco la verdad caída del cielo, sino una percepción de su forma de actuar. Ni siquiera entramos en si tiene o no razón en cada una de sus decisiones, sino en el estilo que irradia, y que tratándose del Presidente de la mayor superpotencia mundial, es lógico que pueda preocupar.
Pero los sucesos de la última jornada dan para pensar. ¿Será el Presidente de Estados Unidos mucho más mesurado de lo que parecía?
El hecho es que a raíz del derribamiento de un avión no piloteado norteamericano-que según Estados Unidos fue un acto de guerra, aunque Irán sostiene que éste había violado su espacio aéreo- Trump pensaba reaccionar. Es más: ya tenía el operativo pronto y los aviones estaban en camino a atacar tres blancos en territorio iraní.
Pero no. Diez minutos antes del comienzo del planeado ataque, el Presidente dio la orden de cancelar el operativo. Y las explicaciones las dio, como siempre, en una serie de tuits. El ejército estaba listo y armado para tomar represalias contra Irán , con tres blancos ya elegidos. “Pregunté cuántas vidas costará esto. 150, señor, fue la respuesta de un General. Diez minutos antes del golpe, lo frené. No habría sido una respuesta proporcionada al derribamiento de un dron no piloteado”.
Como siempre, habrá quienes analicen escépticamente su decisión, atribuyéndole por ejemplo sólo cálculos electorales. No podemos decir que sea una locura concebirlo. También puede ser que realmente haya comprendido que así no actúa un gobernante responsable.
Lo interesante es que Trump, con su forma de hablar, su estilo altanero y exageradamente seguro de sí mismo, su lenguaje fuerte, siempre deja la sensación de que busca pelea. Pero en la práctica, siempre trata de negociar.
Claro que en el caso de Irán, es un juego peligroso.
Hace poco más de un año, Trump salió del acuerdo nuclear con Irán, convencido de que era negativo, pero en gran medida-como analiza el ex diplomático israelí Alon Pinkas en una nota publicada en Ynet-porque no soportaba verse atado a un acuerdo firmado por su antecesor Barack Obama. La imposición de duras sanciones contra Irán tenían como intención complicarle tanto la cosas al régimen de los Ayatollas, que pidan negociar un nuevo acuerdo. Eso es un riesgo que puede conducir a una guerra.
Por ahora, Trump intenta no perder los estribos.
Pero las guerras, tal como escribió también el ya citado Alon Pinkas, estallan a menudo aunque todos los involucrados no tenían supuestamente interés en ella.
Y sin duda, el gran desafío es cómo no arriesgarse a que la situación se salga de las manos, cuando Irán continúa dedicando tantos recursos y esfuerzos a apoyar el terrorismo en la región.
Es un delicado equilibrio que sólo gobernantes responsables pueden manejar.
No está claro aún que Trump sea uno de ellos.
Pero este fin de semana, dio al menos una buena señal.